La voz clara y familiar cambió por completo el rostro de Gabriela, reflejando alegría, excitación e impaciencia indescriptible: —¿Rodrigo?
En el siguiente momento, su voz pasó de emocionada a cautelosa: —Rodrigo, ¿eres tú?
Desde el otro lado vino una afirmación: —Estoy bien.
Gabriela se sintió como si toda su energía hubiera sido drenada en ese instante, apoyándose débilmente en la pared a su lado. Sonrió con los ojos enrojecidos, tratando de mantener la calma: —¿Dónde estás? Iré a buscarte.
Alfredo y Joan se acercaron al teléfono de Gabriela.
Después de una pausa, la voz del otro lado dijo: —Tengo un asunto, te llamo para que no te preocupes.
Gabriela frunció el ceño.
Antes de que pudiera decir algo más, la llamada se cortó.
Ella se desesperó.
¡Inmediatamente volvió a marcar el número!
Pero la llamada fue rechazada desde el otro lado.
Cuando estaba a punto de intentarlo una segunda vez, Alfredo le detuvo la mano: —No llames más.
Gabriela preguntó: —¿Por qué?
—Es obvio. Rodrigo seguram