—Es grave —dijo Aurora.
Gabriela respiró profundamente: —¿Qué tan grave?
Aurora simplemente dijo una palabra: —Mortal.
La expresión de Gabriela cambió de inmediato.
Ella se sentó sosteniendo a Mateo.
Sintiendo sus piernas debilitarse.
Mateo, inquieto en sus brazos, golpeaba su cara y tiraba de su cabello.
—Gabriela, te lo digo para que estés preparada. Fernando hará todo lo posible por ayudarlo —dijo Aurora.
Gabriela respondió: —Agradezco a ambos, cuiden de él. Rodrigo no está aquí y tengo que cuidar de los dos niños en casa. No puedo ir…
—Descuida, Fernando y yo haremos todo lo posible.
Gabriela asintió suavemente: —Gracias.
—De nada —dijo Aurora.
Después de colgar, Gabriela llevó al Mateo adentro.
Pero él no quería entrar.
Tan pronto como entraron, empezó a llorar.
Gabriela decidió continuar enseñándole a caminar afuera.
En ese momento, Felipe llegó apresuradamente.
Gabriela alzó la vista: —¿Qué haces aquí?
Felipe la miró, dudando en hablar.
Gabriela dijo: —Si tienes algo, solo dilo.