Capítulo 2
**Darius Mikelson**
—¿Oh, hijo mío, eres tú?
—Sí. Hola, Darius, ¿cómo estás?
Miro a ese don nadie con una sonrisa en los labios. Ah, Masson Clinton, el alfa que más odio en el mundo.
Si tan solo supiera que fui yo quien mató a sus padres… sí, lo hice. Esos dos miserables eran más fuertes que yo en apariencia; todo el mundo los quería aquí y estaban ganando terreno, mientras yo… así que tomé medidas drásticas y los eliminé rápido.
Yo también soy un alfa, así que sé cómo exterminar a un alfa y a su Luna.
Era como su hermano y estaba seguro de que, a su muerte, dirigiría su manada además de la mía.
Dirigir la manada de la familia Clinton equivalía a dirigir todo este país.
Creía que ya había ganado hasta que apareció ese mocoso, pero no tengo miedo: también lo tendré como tuve a sus padres.
—Estoy bien, hijo —dije—. Perdona el retraso, estaba con mi chica.
—¿Tu… qué?
Lo observo mientras se ríe; me pregunto qué podría haber de gracioso en lo que acabo de decir.
—¿Qué? —le pregunté.
Él niega con la cabeza antes de responderme.
—¿No crees que ya has pasado ese nivel? —me interroga.
Sonrío a mi vez. Ah, ese imbécil: si supiera cuántas veces sigo siendo vigoroso…
Me casaré con Anastasia muy pronto; esa pequeña —tengo tantas ganas de marcarla y convertirla en mía— está tan fresca y tan bella.
—Ah, hijo mío, si la vieras, es hermosa como un ángel.
—¿Y está aquí?
—Sí, está aquí, solo que no te la voy a mostrar; su identidad permanecerá oculta hasta tu matrimonio —le anuncié.
Me mira con sospecha. Cuanto más lo observo, más me doy cuenta de que se parece rasgo por rasgo a su idiota de padre.
Nunca sabrá que soy el asesino de sus padres; no dejé rastro alguno.
—Guau, tengo muchas ganas —dice.
Estoy seguro de que el día de nuestra boda todo el mundo envidiará a mi esposa; hasta mi propia hija la envidiará.
—Entonces, ¿has venido a ver a tu prometida? —pregunto.
—Sí, pero aparentemente no está —responde.
—Oh, su boda es en pocos días; está tan emocionada, seguro fue a buscar su vestido de novia —digo.
—Sí, lo entiendo. También tengo ganas de estar con ella.
Sonrío de alegría; me alegra saber que pronto será mi yerno. Podré controlarlo y manipularlo como quiera. Pero hay un pero: su aura me supera, es demasiado poderoso, y eso no me gusta nada.
—Así que pronto habrá una Luna en esta manada.
Vuelvo a la tierra y lo miro.
—Sí, y te anuncio al mismo tiempo que nos casaremos el mismo día.
**Masson Clinton**
Parpadeo cuando Darius suelta esa frase por su boca: ¿se casarán el mismo día que nosotros? ¡Guau!
Desde que puse un pie aquí mi lobo no para de agitarse y me pregunto por qué; tengo la sensación de que hay algo que es mío aquí… ¿qué sucede?
—¿Tú también te casas? —le pregunto.
Se instala frente a mí y me mira directamente a los ojos. Ese hombre es realmente increíble; ya tiene la edad de mi padre —que en paz descanse—. Si dependiera solo de mí, no volvería a comprometerme, pero me contentaré con disfrutar con las mujeres.
—Sí, hijo mío. Eres la primera persona a la que se lo digo, así que no se lo cuentes a nadie; es una sorpresa —dice.
Quiero reír, pero me contengo. Vaya Darius.
—De acuerdo, entendido. No te preocupes.
Después de mis palabras, rodea el escritorio y abre su armario; unos segundos después toma un documento y me lo tiende.
Frunzo el ceño preguntándome qué contendrá.
—¿Qué es eso? —pregunto.
—Ya preparé todo el documento sobre la fusión de nuestras empresas y de nuestras manadas —me anuncia.
Me paso una mano por el cabello. Al principio realmente quería esa fusión, pero ahora no estoy tan seguro.
Miro el documento un momento sin responder.
—¿Qué pasa? —pregunta.
Lo miro fijamente antes de contestar.
—Mis disculpas, pero necesito más tiempo.
—Pensé que estabas de acuerdo —me replica.
Me levanto de mi asiento para responderle; no me siento cómodo: mi lobo no para de empujarme a indagar en la manada y me pregunto por qué.
—Sí, estoy de acuerdo y no he cambiado de opinión; solo necesito reflexionar un poco más. Espero que no te moleste.
—Oh no, hijo mío, de ninguna manera. Toma todo el tiempo que quieras; sabes que no tengo prisa —dice.
Sonrío instintivamente. Este hombre es realmente bueno; mi padre me habló muy bien de él y ahora lo compruebo.
—Muchas gracias por tu comprensión. Me voy ahora —digo.
—De acuerdo, hijo mío; nos vemos en unos días para la boda —dice.
Le doy un abrazo antes de replicar:
—Sin falta. Tengo muchas ganas de formar parte de tu familia.
Me sonríe antes de responder:
—Yo también, muchacho, yo también.
Salgo de la oficina muy contento. Una vez afuera, los omegas se inclinan ante mí, algo que no me gusta nada. Soy un alfa, pero detesto que me veneren o esas cosas.
Estaba a punto de entrar en mi coche cuando mi lobo se agitó aún más.
—Tom, cálmate, por Dios —gruño entre dientes.
“Es imposible, siento la presencia de mi loba.”
De inmediato mi corazón late con fuerza: ha detectado el olor de nuestra Luna, ¿pero cómo es posible?
—No puede ser; ya sabes que mi prometida no está aquí —digo.
“No hablo de ella; no es nuestra Luna”, replica.
Empiezo a buscar con la mirada a alguien o algo, pero no hay nada. No, mi lobo está delirando; normalmente es estable y muy tranquilo, pero en este momento no lo reconozco por su agitación.
—Cálmate, lobo mío, todo irá bien —le digo.
Sin escucharme y sin dejarle tiempo para decir nada, puse rumbo a mi casa; necesito calmarme.