El sonido del timbre del ascensor anunció que habían llegado al piso de Diana. Una voz sombria resonó a su lado, rompiendo el silencio dentro del ascensor:
—Ya llegamos, puedes regresar.
—Espera un momento. —Diana lo detuvo, luego se apresuró a entrar a su casa. Cuando volvió, tenía una caja de curitas en la mano. —Extiende la mano.
Valentín se quedó ligeramente sorprendido.
Al ver que seguía inmóvil, Diana tomó su mano y le puso con cuidado las curitas. Sin embargo, lo hizo de una manera torpe y desordenada, dejándolo con un aspecto aún más desaliñado.
—Aunque se vean un poco feas, mejor las usas para evitar que te lastimes de nuevo.
—Están bien.
Su voz suave llegó a sus oídos, y cuando sus miradas se encontraron, el rostro de Diana se sonrojó un poco, desviando de inmediato la mirada con nerviosismo.
—Gracias por lo de hoy.
—¿Solo así me vas a agradecer?
Valentín se acercó sugestivamente a ella.
Diana, de repente, se sintió nerviosa y retrocedió unos pasos hasta que su espalda chocó