Jax no estaba nada seguro de lo que Brion quería hacer. Estaba por exponerse demasiado, trató de persuadirlo y presentar otro plan de acción, pero el pelinegro ya se había puesto en marcha. No tuvo más opción que cubrirlo juntó con Rubén, Elian y Owen.
―Oye, ¿estás seguro de esto? ―le preguntó el trigueño a su jefe.
―Está en medio del camino. No podremos salir a menos que alguno se ofrezca a conducir el vehículo para chocarlo ―a sólo unos cuantos metros estaba el asistente de su tía, un hombre asiático de expresión seria y aspecto pulcro―. Acá me tienes, Cho. Habla.
El mayordomo se inclinó ante Brion, después de todo seguía siendo un mimbro de la familia real y tenía que ser respetuoso, aunque no lo considerara digno de ser uno.
―He sido enviado con un mensaje para el príncipe. Sus altezas, la princesa Verona, la princesa Carmina y el príncipe Zadriel han extendido hacia ustedes una cordial invitación al castillo.
―¿Y se supone que vamos a aceptar? ¡Sí, claro! ―se burló Rubén―. La úni