Santiago era conocido en Nueva Arcadia por ser un hijo ejemplar. Ante la presión de las dos matriarcas de la familia, solo podía aceptar sus órdenes.
Ahora, para obligarlo a ceder, incluso habían sacado a relucir el asunto de las acciones familiares, dejándolo completamente impotente.
— Mamá, yo me encargaré de mis asuntos. No necesitan intervenir.
Diana hizo un gesto con la mano: — Si pudieras manejarlo bien, Julia no estaría viviendo fuera. Te doy tres días para que la traigas de vuelta a la mansión.
La anciana también intervino: — Tu madre tiene razón. Si no la traes de vuelta, nos mudaremos aquí y veremos si puedes soportarlo.
Santiago finalmente entendió por qué Julia decía que en su familia todos eran más difíciles que el anterior. Incluso él tenía problemas para lidiar con ellas.
Ante aquellas miradas feroces, Santiago asintió.
— Bien, la traeré de vuelta a la mansión.
Solo con su promesa, las dos mujeres lo dejaron en paz. De lo contrario, Santiago no tendría días tranquilos po