Después del divorcio, ella se mostraba desafiante frente a él, como un gatito feroz que saca sus pequeñas garras para arañarle el corazón.
No dolía, pero le causaba un cosquilleo.
Valentina cayó en sus brazos, inmediatamente envuelta por su limpio y refrescante aroma masculino. Luchó con más fuerza. —¡Suéltame!
Mateo la empujó, haciéndola caer sobre la cama.
La delicada espalda de Valentina se hundió en el suave colchón. Cuando intentó levantarse, esa presencia masculina volvió a cernirse sobre ella. Mateo apoyó una rodilla en la cama, con sus grandes manos a ambos lados de ella, mirándola con diversión y curiosidad. —Dime, Valentina, ¿exactamente cuán temible eres?
Su actitud parecía burlarse de ella. El rostro blanco de Valentina se cubrió con un ligero rubor de irritación. Le lanzó una mirada fulminante. —La valentía no se demuestra con palabras. ¡Pronto te mostraré de lo que soy capaz!
Mateo sintió más curiosidad. Sujetó su pequeña barbilla. —Valentina, ¿quién eres realmente?
Ahora