Por él, me duele el corazón

El poderoso CEO

Capítulo 5

Desde el aeropuerto, a Anabella la atendieron muy amablemente unos hombres que se veían afables pero con rostros duros―: Bienvenida Srta. Drys, nos complace saber que estará con nosotros un buen tiempo. Y no se preocupe, nosotros la atenderemos muy bien ―le recibieron.

Anabella se dejó guiar por los hombres, quienes la llevaron hasta el retirado pueblo, donde llamó a su madre y a su hermano, al instalarse en la casa―: Hermano, está casa es espectacular.

― ¡Por el amor de Dios hermana! Esa casa no tiene muchas cosas que son necesarias, la vista, el agua caliente, el supermercado cerca… el más cercano queda a un par de cuadras de allí. ¿Cómo te sientes en ese poblado?

―Realmente es acogedor, y las personas han sido muy amables hasta ahora, por eso me ha gustado bastante. Realmente hace mucho frío, pero es mejor que estar en aquel país, que es más caliente, pero su gente es más fría.

―Hija mía ―su madre entró en la llamada―, me alegra que te sientas bien, acá han estado preguntando mucho por ti, pero les dije que te habías ido a Estados Unidos, nadie sabe dónde estás ahora, así que disfruta tu nueva vida.

―Gracias mamá, ahora debo de buscar un trabajo, no pienso quedarme todo el día en casa solo durmiendo mientras que ustedes trabajan y tienen grandes empresas.

―Pero hermana, desde que te graduaste, nunca has ejercido. Creo que sería conveniente trabajar primero con nosotros, así sea de forma remota. No me gustaría saber que trabajos te van a deparar en aquel lugar. Ese es un lugar para sacarse el estrés, las malas actitudes y demás, pero no para vivir.

―Augusto, pensé que habías entendido mi intención al venirme para acá, la intensión no es volver a ese país, es quedarme acá por un buen tiempo, un par de años, o podría ser incluso lo que me queda de vida ―respondió su hermana con calma mientras terminaba de desempacar y tenía en su mano el teléfono.

―Hija, no me gusta que te hayas ido de esta forma. Te fuiste como tú hermana Caroline, que se fue del país y saber de ella es toda una odisea, nadie sabe casi nada de ella, sabes que eso me mata y me duele. Así que te pido por favor, pienses bien antes de quedarte tan lejos.

―Madre, no dejaré de hablar con ustedes a diario, lo siento, pero quiero un tiempo para mí.

―Hermana… ―Augusto suspiró antes de seguir hablando―. Nadie dice que no puedas estar más tiempo lejos, pero no queremos que te ates a ese lugar que está tan lejos de nosotros.

―Está bien, no lo haré… lo prometo.

***/***

Siete años más tarde.

―Hola mamá ―Anabella llamó a su madre para saber cómo estaba.

―Hija, al fin me llamas. De verdad que tú y tu hermana son las mujeres que más dolores de cabeza me dan, pero es porque nunca sé donde están.

―Madre, no te preocupes. Desde hace mucho tiempo estoy bien.

―Y ¿Cómo está mi nieta? ―preguntó la madre de Anabella.

―Bien, está justo ahora en el jardín, aprovecha la primavera.

―¿Cuándo piensas decirle a su padre?

―Yo espero que nunca. Abigail no estuvo conmigo cuando más lo necesitaba, nunca fue capaz de tratarme como su esposa en esos días. Desde que llegué hasta acá, he pensado mucho en eso, cuando llegué a este país, me percaté que nunca me tomó enserio.

―Hija deja de hablar desde el dolor, ese hombre era todo para ti.

―Sí mamá, para mí… pero para él ¿Qué era yo? Es una pregunta que me ha estado dando vueltas, porque al parecer yo era la única que amaba en esa relación. Ya que si le hubiera sucedido lo mismo, no hubiera dejado que las cosas se fueran así como así.

―Pero…

―Mamá, han pasado siete años desde que me fui del país, siete años en los cuales nunca me ha hecho ni siquiera una llamada, nunca ha tratado de estar en contacto conmigo, y además de eso, nunca ha hecho nada para llegar hasta mí.

―Nunca logré saber nada más de él, desde que salió de esta casa con su madre ―dijo su madre, pero era mentira, él había ido a algunas reuniones con su madre, pero nunca había preguntado por Anabella.

―Madre… de verdad no quiero saber más nada de él, ni de ningún otro hombre, todos los hombres son iguales, acá en este pueblo hay unas veinte mujeres, madres solteras todas, quienes fueron abandonadas por los hombres que tenían a su lado, que fueron a buscar “trabajo” y no han regresado.

―Hija, realmente lo siento, pero no es justo para Anastasia crecer sin su padre.

―No lo necesita. ¿Ves? Por esa razón evito llamarte, siempre terminamos en la misma, quieres que le diga a Abigail de su hija, pero no quiero hacerlo porque no merece saber la verdad. Adiós mamá, dale saludos a Augusto de mi parte, y también a Caroline cuando hables con ella.

Y así, furiosamente Anabella colgó la llamada. Su madre se quedó pensativa… No pudo contarle a su hija que las empresas estaban pasando por un mal momento económico por culpa de una recesión que había durado más de lo previsto.

―Madre, estás muy pensativa, ¿sucedió algo? ―justo en ese momento, estaba llegando al lugar Augusto, quien estaba tranquilo frente a su madre.

―La verdad no muy bien, desde que tu hermana supo que estaba embarazada he querido decirle al padre de la niña, pero ella se opone a ello. Me ha llamado hoy, y no pude ni siquiera contarle acerca de los problemas financieros que tenemos ―una madre afligida, con un rostro de cansancio y lágrimas a punto de salir de sus ojos, habló.

―No te preocupes, no es como si pudiera toda la vida evitar a Abigail, o a alguno de sus socios, aún nadie sabe que se encuentra allá, pero eso podría cambiar de la noche a la mañana. Por cierto… ¿Qué has sabido de los Clayton?

―Abigail ha quedado prendado con Anabella, no se ha podido casar con ninguna otra mujer, legalmente ambos siguen siendo esposos, pero no se atreve siquiera a dirigirme la palabra.

―Le has dicho a mi hermana.

―¿Cómo se te ocurre pensarlo, le he mentido diciendo que no le veo desde hace siete años?

―¿Sabes que se va a enterar? No entiendo la razón por la cual ocultas esa información.

―Aún tengo esperanzas de que puedan unirse de nuevo. Tenían un amor tan bonito.

―Bueno, eso depende de ellos ¿No? ―Augusto, tomó una manzana del jarrón con frutas que había sobre la mesa, le dio un beso en la frente a su madre, y desapareció detrás de la puerta de la cocina, pero su madre se quedó pensando…

―Tal vez no… ―la madre de Anabella tomó el teléfono y realizó una llamada―.Necesito que hablemos, tengo algo muy importante que decirte.

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