Capítulo 32

–¡Pitoquín! –Dina entraba a la derruida vivienda de uno de sus "amigos"–.  ¡¿Dónde coño estás?!

–¿Qué te pasa? Vas a despertar a Mamá.

–¡No me importa!

–Pues, que te importe. Ya deja de gritar.

Dina entró en la habitación como un ventarrón 

–¿Qué te pasa? –volvió a preguntar el sujeto.

–Debes hacer algo, llama a tu gente. Dile al merideño que se ponga las pilas. ¿Dónde está?

Pitoquín se reía.

–¿Pero qué coño pasa? ¿Te hace falta esto? –Él señaló la gran mesa de su habitación.

Dina reviró los ojos.

–No quiero tus porquerías, lo que quiero es que se pongan las pilas –decía chasqueando los dedos de forma insolente–. ¿Ustedes no estaban planeando una gran estocada?

El rostro de Pitoquín cambió a una expresión de certeza.

–Siéntate aquí.

–No me quiero sentar, me tiene arrecha –exclamó coloquialmente–. ¡No aguanto a esa niña de mierda! 

Pitoquín alzó una ceja.

–Está facilito, Pitoquín

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