Josué notó la sequedad de su garganta al intentar tragar. Nunca subestimó a Aragón con el trabajo que desempeñaba en la empresa, pero lo de Canela…
–Canela y yo estamos juntos, Josué, ¿escuchaste?
–Me di cuenta que la llamaste "novia” –dijo entre dientes.
Unos segundos de silencio le siguieron a esa confesión. Unos segundos que parecieron eternos.
–Buena manera de quitarme la resaca –gruñó Mendoza.
–No creo que la resaca se te quite. A menos que le cuente todo a tu hija.
–¿Me estás amenazando?
Romer se echó a reír.
–Vístete y sé un padre. Ponte las pilas y regresa a la empresa.
Josué clavó la mirada en él.
–Hice un préstamo…
Romer alzó la cara.
–¿Hipotecaste la empresa?
–Estaba en quiebra.
–Eso no era así del todo.
–Estuve a punto de quedarme en números rojos.
Romer asintió arrugando los labios y alzando las cejas. Josué apretó los párpados y se pasó la mano por