En el interior, la luz se encendía y apagaba.
Habían sido amantes en el pasado, ahora tenían una relación confusa e indefinible.
Después de mucho tiempo, la nuez de Adán del hombre se movió ligeramente, escuchó a la mujer murmurar:
—Vete. Gracias por estos días.
—No me voy a ir.
El hombre no se ocupó de la bofetada en su cara, se volteó para abrir la puerta, aún muy gentil:
—Te acompaño arriba.
La mujer:
—Lucas.
La voz del hombre tenía contención:
—Que me abofetees, lo tomo como algo divertido, si te gusta puedes hacerlo otra vez.
Susana no pudo evitar insultarlo:
—Estás enfermo.
El hombre tomó su muñeca, con ojos negros la miró concentradamente, en su mirada había demasiadas cosas. Pensó en lo bueno que habían tenido, sus peleas, y esa noche frente al ventanal enredándose, tomando sus dedos entrelazados y atormentándola desesperadamente.
Él había estado mal, por eso ella estaba enojada, él lo aceptaba completamente.
La voz ronca de Lucas:
—Sí, estoy enfermo. Si no estuviera enfermo, n