Cuando subieron y la pareja se quedó a solas, Susana le acomodó una almohada cómoda a su esposo. Justo cuando iba a levantarse, él le tomó la mano y con voz ronca le dijo:
—Hace un momento abajo, me mirabas de forma extraña. Señora Mesa, ¿tiene algún consejo que darme?
Susana se recostó en su hombro y fingió estar molesta:
—Te vi cómo manejabas a mi mamá, como si estuvieras acostumbrado a tratar con mujeres. Pensándolo bien, creo que salí perdiendo. El señor Mesa en el pasado era un galán, quién sabe cuántas mujeres habrá tenido.
La voz de Álvaro se volvió más grave:
—¿Estás celosa? ¡Todo eso ya es del pasado!
Puso las manos detrás de la cabeza y la miró de reojo:
—Ahora tengo ganas pero no fuerzas.
Los dos estaban coqueteando dulcemente.
Un empleado tocó la puerta desde afuera, pidiendo permiso en voz baja:
—Señora, hay visitas en casa, dicen que quieren verla.
Susana se levantó de la cama, se sonrojó y se arregló la ropa, luego le dirigió una mirada fulminante a su esposo.
Después ba