Williams ayudaba a Eileen bajar de su coche, después de la lectura del testamento ella deseo que la llevara a casa. Era demasiado para un solo día, y lo único que necesitaba era estar sola en su apartamento para pensar bien lo que iba hacer… la pareja ingreso en la residencia totalmente callados.
— Supongo que quieres estar sola. Le dice el rubio aun parado en el marco de la puerta.
— ¿Quieres un café? Le invita ésta.
— ¡Esta bien! Williams termina por pasar, sentándose en el sofá. — Eileen, ¿te has lastimado? Hay manchas de sangre en este sofá.
— ¡Eh sí! Nada grave… una tontería. Mintió.
— Sé que estas abrumada, pero no debes dejar que todo esto te afecte. No hay tanta presión para que tomes una decisión ahorita.
— ¡Ya lo s