3. Capítulo

La muchacha, había estado esperando demasiado tiempo para ser admitida en la universidad, cuando al fin lo había conseguido llegaba a su bandeja de entrada aquel correo revelando las pruebas de laboratorio que días anteriores se realizó. Nunca antes había temblado como ahora, incluso el sudor perlando su frente y el acreciento de los latidos de su corazón fueron encarcelados por ese temor a saberse a punto de girar hacia otra dirección.

Madison no podía creer que ese era el resultado definitivo, la incertidumbre que no la había dejado dormir y descansar plácidamente durante las últimas noches, había finalizado dando paso a lo peor.

Estaba embarazada.

Se sentía fatal de ni siquiera saber el nombre de ese sujeto. No existía ni una forma de recordar su rostro. Sus ojos se direccionaron hacia la mesita de noche donde yacía aquel reloj costoso, la única pertenencia que tenía de aquel hombre.

Las lágrimas comenzaron su recorrido por su rostro desencajado por la sorpresa y una miríada de emociones que la envolvían en ese momento. Su visión se volvió borrosa al tiempo que sollozaba, no se molestó en ocultar la aflicción y culpabilidad que sentía, pues no había nada qué hacer.

Su compañera de piso se percató del llanto, dejando de lado lo que hacía. Se encaminó a la habitación. No se molestó en tocar la puerta, su intuición le decía que ella la necesitaba.

La morena abrió sus verdosos ojos, ella sollozaba fuerte. Aunque estaba de hito en hito, no cuestionó al respecto e hizo lo que creyó conveniente.

Unos brazos se envolvieron a su alrededor dándole una calidez que al menos le hicieron saber que no se encontraba sola. Kenia, su mejor amiga desde que eran unas crías, había estado con ella en todo momento. Madison no tenía hermanos, así que la presión de ser la hija perfecta de sus padres no le permitían disfrutar de la libertad que otros sí podían.

Siempre se había esforzado en dar lo mejor de si misma, incluso obtuvo las mejores calificaciones en la preparatoria siendo elegida como una de las estudiantes destacadas del año. Pero sin duda había decepcionado a sus padres que al enterarse de la noticia armarían un gran escándalo.

—Sea lo que sea todo estará bien, solo cuéntame, habla conmigo y dime qué sucede...

—No en este caso, no te imaginas lo mal que me siento, es algo que no tiene solución...

—¿Es sobre la admisión? ¡Eres una de las mejores! No es eso, ¿verdad?

—N-no... —le tembló la voz.

—Vale. Te escucho...

Y de inmediato le mostró la pantalla de la portátil, ella se quedó anonadada. Dándose cuenta de la intensidad del problema.

—No quiero un bebé en mi vida, ¿sabes qué pasará con mis estudios? Estoy arruinada.

—Ciertamente es una criatura que cambiará tu vida —habló en un tono bajo, intentando reconfortar a su mejor amiga—. ¿Quién es el papá? Yo, sinceramente no te conozco una pareja, por eso estoy más impactada. Me parece todo tan...

—¿Una locura? No te contengas, sé que incluso tú, estás sintiéndote mal por mí, no me señalas, pero lo veo en tus ojos —emitió dolida.

—Yo... —no pudo decir más, le dio una palmadita en el hombro —. Estará todo bien, ¿quién es el padre?

la insistencia de Kenia no se acabaría.

—No estoy segura —se apresuró a responder mientras tragaba el nudo en su garganta —. Todo es tan abrumador.

Madison no le había contado a su amiga lo que sucedió aquella noche, y es que la verdad no había nada que contar puesto que no recordaba claramente lo ocurrido. Solo sabía que nunca podría olvidar ese día, y aunque se obligó a traer recuerdos a su mente todos ellos eran confusos y al final terminaba frustrada, enojada por haber aceptado ir a ese estúpido club nocturno.

—¿Es decir que no intentarás comunicarte con él?

—No, no quiero indagar por ahora, es muy apresurado.

—¿Estás... segura? —preguntó kenia dudosa y la castaña asintió.

No era un asunto que se podía tomar con tranquilidad, se trataba de su vida, de su futuro y de como el mundo se volvía más gigante para ella.

Debió ser precavida y cuidadosa. Eran tantas cosas que tuvo que hacer, pero ya estaba viviendo en el desenlace de todo ello, la fatalidad.

—Yo... Debo pensarlo. No es tan fácil cómo crees.

—Bueno, es lo mejor, al menos por ahora. No es sencillo, es cierto.

¿Qué haría con los estudios? Su cabeza se encontraba llena de preguntas sin respuestas.

Pensaba en tanto y en poco. ¿Cómo es que quedaba atada de un momento a otro? Estaba llena de impotencia, con enormes ganas de tirarse al vacío.

Kenia le avisó que iría a prepararle un té, y ella asintió. Se quedó ida por un momento, hasta que su teléfono sonó. Era una llamada entrante de su madre. Justo llamaba en ese momento. Atendió en un santiamén.

—¡Felicidades! Me ha llegado el informe con tus evaluaciones. ¡Vaya! Has quedado en la mejor universidad. Estoy orgullosa de ti, cariño. ¡Sé que siempre podré hacer alarde de ti!

Lo que faltaba.

No se merecía sus palabras. Le había fallado estrepitosamente.

Ahora que le decía eso, se sentía mal, no era ya esa versión perfecta. Ahora estaba empañada por lo que pasó.

—Mamá... —susurró, las palabras parecían quedar atrapadas en su garganta, era una verdadera locura lo que ocurría —. Me alegra mucho saber eso, espero vernos pronto.

—¡Claro que sí! Ya sabes, solo enfócate en los estudios, nada de distracciones. Eso no te llevará a ningún lado —le aconsejó, nunca antes sintió sus palabras tan profundas.

Alcanzó el reloj y lo acarició en su palma. Su madre no tenía idea de lo que en realidad pasaba.

Un bebé no era algo con lo que soñaba en su vida, menos a los veintitrés años. Había estado esperando tanto tiempo, después de varios años sabáticos, para su ingreso en la universidad. Los estudios superiores era lo que quería alcanzar, no el título de madre soltera.

—Lo haré, te quiero mucho.

—Y yo a ti, estamos en contacto.

Soltó el aire poco a poco.

Kenia le trajo un té, no aligeró la tensión, no cambió el panorama. Seguía avistando hacia la incertidumbre. Posterior a eso tomó una ducha, creía que el agua aclararía su mente.

Nada más lejos de la realidad...

Se incorporó de la cama yendo al baño donde se encerró y no volvió a salir sino después de un buen rato. Había tomado una ducha fría para relajarse, pero tampoco funcionó. Decidió dormir una siesta ignorando aquellos pensamientos que la llenaban de temor, todo le parecía incierto en ese instante y solo deseaba dormir y al despertar ver qué se trataba de una pesadilla. No estaba preparada para ser madre, tener un hijo era una gran responsabilidad, la cual ella aún no estaba lista para asumir.

En su puño cerrado, ese Rolex se quedaba con ella, dándole una ligera idea. Nickolas Jones, era el nombre que pertenecía a las iniciales N.J. grabadas en el brazalete del mismo. Pero ella no lo sabía.

Solo era cuestión de tiempo, para que su mundo y el suyo se conectaran. Para que se encontrara con el millonario.

...

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