Los besos entre Can y Sira comenzaron a aumentar de nivel y por ende, los cuerpos comenzaron a calentarse, como dos supernovas que acababan de alcanzar su máxima velocidad. Inmediatamente, las manos de Sira buscaron por debajo de la playera de Can y comenzó a acariciar su pecho con un deseo que tenía guardo desde hace tiempo atrás.
⎯Amo te pecho ⎯ le murmuró ella. Encima de sus labios mientras Can la arrinconaba entre la encimera y su cuerpo.
⎯Y yo te deseo tanto, Sira Zas. Desde que te fuiste no tienes idea como te he deseado ⎯ le confesó, para después, colocar sus manos por debajo de sus muslos y levantarla ⎯ ¿me deseas? Preguntó.
⎯Como no tienes idea.
Así, como si le hubieran dado la palabra mágica, Can caminó por la cocina hasta el pasillo que llevaba a las habitaciones. Él la azotó levemente contra la puerta de su habitación y ambos se vieron a los ojos para comenzar a reír bajito.
⎯Lo siento ⎯ murmuró Can ⎯¿crees que puedas abrir la puerta?
Después de hablar, Can volvió b