Era Donna, la Hermana Mayor del Altar de la Madera Celestial.
Darryl se alegró mucho de verla. Recordó que cuando se unió al Altar de la Madera Celestial, fingió ser un pescador y todos lo miraban con desprecio. Donna fue quien lo cuidó bien.
Donna también era una belleza poco común y se había vuelto aún más encantadora desde la última vez que se vieron hace tres años. Llevaba una falda larga de color amarillo claro que mostraba su exquisita figura. Su hermoso cabello caía sobre sus hombros como una cascada; parecía un hada.
Darryl estaba a punto de saludarla, pero Donna lo interrumpió.
"¿Quién eres? ¿Por qué quieres entrar a la Secta de los Santos Sagrados?", preguntó Donna con calma.
Después de que Darryl pasara tres años en la Región Secreta Desierta Salvaje y ganara tres cicatrices en la cara, su aspecto y temperamento eran muy diferentes a los de antes. Por eso Donna no lo reconoció.
Darryl se sintió avergonzado de que la Hermana Mayor ya no pudiera reconocerlo después de