A los ojos de Magdalena, una mujer como Magnolia nunca podría igualarla.
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Una vez fuera, Magnolia se volvió a mirar por última vez el imponente edificio y se marchó con despreocupación.
En cuanto llegó a casa con la noche ya cayendo, Yolanda corrió hacia ella emocionada, agarró su mano y exclamó: —¡Tengo una noticia enorme! Resulta que van a demoler el antiguo vecindario donde vivíamos antes.
—¿Demolerlo? ¿De verdad?
Magnolia nunca hubiera imaginado que un lugar tan destartalado pudiera atraer a un desarrollador. En su momento de mayor necesidad, tenía la oportunidad de enriquecerse de la noche a la mañana gracias a la demolición.
¿Podría eso considerarse como un cambio drástico de fortuna?
Yolanda estaba ruborizada de emoción. —¡Sí, te lo digo en serio! Hoy fui a hablar con los vecinos, y dicen que ya vinieron los funcionarios del gobierno. Dentro de unos días, habrá una reunión para consultarnos. Parece que hay dos opciones: nos darán casas nuevas o nos darán dinero.
Magnolia apre