Ricardo interrumpió a su madre: —Comamos primero.
La abuela sonrió tiernamente hacia Magnolia: —He preparado tu sopa favorita. Huí, sirve un tazón para tu esposa.
Magnolia parpadeó nerviosamente, pensando en tomar una cuchara ella misma, pero el hombre a su lado se adelantó, tomando su tazón con sus manos largas y atractivas.
Ella miró la sopa blanca lechosa frente a ella y de repente perdió el apetito.
Ana resopló fríamente: —¿Qué pasa? ¿Desprecias la sopa que mi hijo te sirvió?
La abuela miró a Maggie con preocupación: —Maggie, ¿no te gusta?
—No, abuela, me gusta mucho.
Magnolia levantó el tazón, sintiendo una mirada ineludible a su lado. Al oler la sopa de pescado, frunció el ceño inconscientemente.
Aún así, se forzó a tomar un sorbo, pero no pudo tragar el segundo.
Unos segundos después, Magnolia dejó el tazón y tuvo una arcada.
Extraño, siempre le había gustado esta sopa de pescado, pero hoy de repente no podía soportarla.
La abuela exclamó con sorpresa: —Maggie, ¿no estarás embar