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El sol de la tarde se filtraba entre las palmas tiñendo de oro los jardines secretos del palacio. Nefertari paseaba con el corazón latiéndole con una mezcla de nerviosismo y anhelo. Los días sin Ahmose se le habían hecho una eternidad y la presión de Menkat era insoportable. Baketamon caminaba unos pasos detrás como siempre vigilante.
Nefertari se detuvo junto al estanque de lotos, el lugar de su primer encuentro. El agua estaba en calma y las flores de loto se cerraban suavemente con el declive del sol. Una punzada de nostalgia la invadió. ¿Volvería a verlo? ¿Sería el mismo hombre valiente que había salvado al faraón? Los rumores de su regreso habían llegado al palacio pero no la tranquilidad que ansiaba. Ahmose había denunciado a Menkat ante el Faraon y eso le aterraba más que nada. Menkat y su consejero eran peligrosos. Y una denuncia como la que había hecho Ahmose los volvía aún más peligrosos.
De repente una sombra se proyectó a su lado. Nefertari giró con el aliento contenido