Iván, aún permanecía recluido en la cárcel, cuando después de meses de ausencia recibió la visita de su mejor amigo Gustavo.
Desde una silla de plástico en el patio del penal el abogado Saavedra, divisó que Iván, se acercaba, entonces se puso de pie para saludar con un fuerte abrazo a su amigo.
—Iván que gusto verte —expresó él con sinceridad.
—Hola Gustavo —contestó Iván, con el rostro cansado, la mirada llena de tristeza.
—¿Cómo has estado? —averiguó el abogado, observó el semblante envejecido de su amigo, a quién los años y los remordimientos se le venían encima.
—No me puedo quejar, me tratan bien en este lugar— señaló con desgano. —¿Sabes algo de Paloma, de mi hijo? — averiguó con la ilusión reflejada en su mirada.
Gustavo permaneció en silencio, pues de esa mujer, no se sabía nada.
—Iván, lamento decepcionarte, pero se
Queridos lectores vemos a Paloma, más independiente, y más segura, esperemos que lo de los bebés no sea nada grave.