30| Superar el trauma.
La tormenta, aunque no había empeorado, tampoco había menguado del todo, así que todos los demás se vieron obligados a pasar la noche en el pequeño palacio de Leonel.
Después de la cena todos tenían en tantas cosas en qué pensar que cada quien se fue a su habitación y Esther se dio una larga ducha de agua caliente.
Cuando salió, Leonel estaba sentado en la sillita junto a la puerta del baño y ella se lo quedó mirando.
— Me voy a bañar — le dijo él y se puso de pie con dificultad.
— ¿Quieres que te ayude? — él negó con vehemencia, pero la muleta se le resbaló de la mano y de no ser porque Esther lo agarró de la cadera cae al suelo.
— Odio sentirme así, dependiente — murmuró él con rabia y Esther lo ayudó a entrar al baño — es incómodo — pero ella negó.
— No digas eso, se supone que soy tu esposa.
— De mentiras, no es tu obligación hacer nada de esto, puedo contratar una enfermera — la idea le desagradó a Esther, tanto que la saliva se le hizo amaga en la boca, ¿Qué otra vieja and