19| Un enemigo en común.

A diferencia de la otra vez, cuando Esther despertó, aún tenía el cuerpo de Leonel pegado al suyo, tan cálido y grande que cerró los ojos y se quedó ahí por un rato.

Nunca imaginó que pudiera llegar a tener ese tipo de contacto con el hombre. Cuando lo conoció y después de todo lo que pasó ella pensó que lo odiaba, pero esa anoche no solo se dejó llevar por su calentura, sino también por algo más.

Desde que llegaron al pequeño palacio Esther no había hecho otra cosa que morbosearlo constantemente, y no logró controlar su pelvis cuando sintió la presión de su erección, pero sí logró ser consciente de que había algo más profundo. El hombre le gustaba, sí, le gustaba ese carácter serio y fuerte, le gustaba sentirse protegida en sus brazos y le gustaba tambien la forma en que la miraba.

Cuando Leonel despertó la miró y dejó escapar una sonrisa, enredó sus piernas con las de Esther con más ímpetu y ella sintió como el miembro comenzó a endurecerse junto a su muslo.

— ¿Solo despiertas y ya
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