Capítulo 4

Ares.

Había llegado a casa cansado de todo. De luchar con Surt por mantenerse tranquilo y que me dejara pensar. Quería mantenerlo al margen, pero es un lobo y prácticamente hace lo que él quiere. Fui a la habitación de Valentina, porque por la hora, debe ya estar acostada, esperando por mí. Abro la puerta rosa que estaba frente a mí y ahí se encontraba mi pequeña.

Su pijama de unicornios la hacía ver adorable y hermosa.

Mi hija es bellísima.

—¿Entonces decidiste aceptar una novia para mí? Estuviste con ella y con Mara después de dejarme en la academia. ¿Te gusta mucho Leah, mi princesa?

—Papi, es que ella es muy mona, papito —palmea el lado vacío de su cama—. La quiero para que esté contigo en la manada. Es alta y muy guapa. No le tiene miedo a mis ojos y dice que puedo ser lo que yo quiera.

—Valentina, pero debes ser menos posesiva con Leah —la veo fruncir el ceño mientras me voy acercando—. Cariño, ella es la mate de papá y mientras no la tenga en la manada, no puedes ser así con ella.

—Pero papi, ella me quiere. Lo puedo oler. No hay miedo hacia nosotros y tampoco huele mal como Katrina —admite, agarrando mi mano.

—Valentina, ya hemos hablado de Katrina. No seas así, hermosa. A medida que vayas creciendo, te darás cuenta de los diferentes olores que tenemos nosotros, princesa. Katrina no tiene ese porque lo desea, es solo que simplemente es así y se le escapa de sus manos —acaricio su cabello.

Ella me ve con vergüenza, pero sé que me entiende. Sabe que Katrina me quiere de una manera diferente a como me quiere Mara, pero ella sí aceptó a la hada traviesa desde que nació.

Mara no era solo la mejor amiga de Amelia, ellas, debido a la hermandad que tenían, decidieron ser comadres. Así que mi buena amiga, es madrina de Valentina.

Niñera.

Consejera.

Madrina.

El aroma de Katrina se acerca. Ella sabe que a Valentina no le gusta que venga a darle las buenas noches y aun sabiendo eso, viene a verla.

—No la quiero en mi habitación, papá —me da una mirada fría y su rostro se llena de enojo—. Ella puede acercarse a todo lo que ella quiera, pero sabe perfectamente que mientras yo esté cerca de ti, no puede hacerlo… esa mujer no puede estar en el mismo lugar que yo.

—Valentina...

—No, papá. Ella debe respetar mi espacio y mi territorio. Ella no pertenece aquí —se levanta de la cama y se dirige hacia la puerta.

Va a despertar a todos… otra vez.

—Valentina, regresa a tu habitación… —voy detrás de ella—. Vamos, Valentina. No hagas esto más difícil.

Katrina estaba en medio del pasillo con cara de arrepentimiento, cuando nos ve aparecer. Sé qué no lo hizo con mala intención, pero ni Valentina ni la manada, lo tomarán de esa manera.

Simplemente la rechazan.

—¿Qué haces aquí? Te dije que para este lugar no debías venir —le reclama, con desagrado, cuando se detiene en medio del pasillo—. Mi papá te da libertades que no tienes. Eres solo una mujer que quiere usurpar el sitio que era de mi madre. Debiste morir y nunca regresar. Ja, es cierto… no puedes ni siquiera hacer eso porque eres la muerte.

—¡Valentina, no hables de esa manera! —la reprendo, acercándome a ella, varias personas salieron de sus habitaciones.

La mayoría que se encontraba aquí, eran los que resguardaban la seguridad de mi hija y Mara.

—Vine a ver a Mara. Por la hora pensé que ya estabas dormida y que Ares seguía en la oficina —responde, con vergüenza—. En ningún momento quise causar algún problema y mucho menos a esta hora cuando todos están dormidos.

Empiezan los murmullos del resto de las personas que había en este piso.

La mansión debería ser más grande.

—Valentina, regresa a tu habitación. Ella no vino a causar problemas. Mara la está esperando al final del pasillo —le señalo el fondo.

—Papá…

—¡A tu habitación, Valentina! —le ordeno.

—¡Ese siempre es tu problema conmigo, Ares! ¡Te pones de lado de la muerte, aun cuando sabes que la rechazo y la quiero fuera de mi territorio!

—¡Qué te vayas a tu habitación dije! —le vuelvo a gritar.

—¡Te odio, Ares! ¡Ojalá mamá estuviera aquí y no tú!

Regresa a la habitación, lanzando la puerta tras de ella. Suspiro, viendo al resto de los chicos y entienden que ya no estoy de humor para aguantar a nadie.

—Ares, yo…

—Déjalo así, Katrina. Ve a hablar con Mara y no vuelvas a pisar lo que es sagrado para Valentina —respondo, acariciando mi sien.

—Pero yo vine porque Mara quería hablar conmigo —se excusa, tragando grueso.

—Sí, Katrina, lo que sea. También tenías el día de mañana para hablar con ella en la oficina —la miro serio—. Podías esperar a que Valentina estuviese en el colegio. No era necesario que vinieras hasta el piso de ella a esta hora y siempre te he dicho que pasa con Valen cuando te ve.

—Pero no es mi culpa, Mara… —trata de acomodar su cabello.

Eso me hace aguantar la respiración, mientras pasa su olor.

—Sí, Mara te dijo para que hablaran, ya lo dijiste —la interrumpo—. De hecho, Mara ya se fue a dormir porque le dio las buenas noches a Valentina. No era necesario que vinieras.

Se ríe.

—No comprendo cómo es que tengo la culpa por venir a un lugar donde fui llamada —me mira molesta—. Prácticamente estoy aquí porque Velkan me obligó a ayudarte con la academia de ballet.

—Katrina, no mezcles las cosas… —vuelvo a respirar, parece que ya se ha ido.

—Debo hacerlo, Ares —me interrumpe, ella sabe que odio eso—. Parece que haberte amado es un pecado en esta manada. Con Velkan jamás me sentí tan rechazada y despreciada como me sucede aquí. Por ser de ayuda, una pequeña a la que no le he hecho nada, me odia con todo su corazón. No soy la mejor persona del mundo, pero no elegí venir aquí y mucho menos ser la muerte.

—Mi hija solo espera que esté con la humana que a ella le guste. No lo hace con mala intención, pero recuerda que por ella corre sangre lobuna. Su rechazo y posesividad viene incluido. No lo hace porque es natural para nosotros —la corrijo—. Si te sientes muy mal, puedo hablar con Velkan para que regreses a Rumanía cuando lo desees. No quiero obligarte a quedarte, por más que Velkan te diera una orden. Él es el alfa de su manada y esta es la mía. Cada uno tiene sus propios métodos y reglas, para manejar la manada.

—Ni que las tuyas o las de él fueran tan diferentes —el aroma de Katrina es desagradable, ella huele a cementerio y sangre—. ¿Para qué te llamó Mara a esta hora? —frunzo el ceño, no es fácil convivir con alguien que huele mal—. Es muy tarde para que estés aquí solo por un pequeño llamado.

—Al parecer consiguió a alguien que puede cuidar de Valentina y me daría unos días libres también —responde con simpleza—. Hablaré con Velkan sobre mi partida. Me disculpo por las molestias causadas durante todo este tiempo.

Solo la veo y no comenté nada.

Velkan solo creía que si pasaba más tiempo con Katrina, Surt podría despertar y la haría mi Luna, pero las cosas no sucedieron así. Él apoya las ideas que tengo y siempre está de acuerdo con mis decisiones, pero con Katrina, siempre le peleé, que la obligara a venir a Grecia.

—Buenas noches, Katrina —le hago señas para que se marche—. Hablarás con Mara en la mañana.

—Era obvio —suspira, pero me da una sonrisa triste—. Buenas noches, Ares.

Dicho eso, se marchó.

Veo la puerta cerrada de Valentina, pero decidí dejarlo correr por hoy. No voy a discutir cuando ella está enojada y yo también. De verdad, no tengo energías para discutir con mi hija sobre Katrina.

Mañana podremos arreglar las cosas.

Con eso va incluido el respeto que Katrina se merece, aunque ella no sea de su agrado.

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