Jen Saldaña
Miami
El lunes siguiente a la boda de mi hermano y a pesar de que muchos de mis familiares seguían aquí en Miami, yo no me podía dar el lujo de no abrir la clínica. Tenía pacientes citados y me gustaba cumplirles a todos, en mis horarios de servicio. Habia mucha gente esperando una cita, como éramos la clínica más cercana a sus casas casi tenían que hacer fila, pero Dulce se inventó un sistema bastante ingenioso para poder atenderlos a todos.
Estaba terminando de atender a un perrito, aplicándole una pipeta para su programa de desparasitación cuando Emiliano entró a mi consultorio.
–Hola Jen, lamento la interrupción. Afuera está tu hermosa cuñada y ha venido con un short, que ni te cuento, se ve guapísima – Emiliano se refería a Luz Mary – Dice que si tenemos espacio para bañar a Burbuja.
Mi cuñada tiene una Shih Tzu blanco con café, lo más de linda, muy dócil. A los niños les encanta.
–Déjame ver. De eso se encarga, más Dulce ¿Ya llegó, por cierto?
Me habia dicho que lleg