Clara había regresado del viaje con Lucas con la mente despejada, pero también con una sensación de urgencia que no podía explicar del todo. Había algo latiendo dentro de ella —algo más allá del amor, más allá de la calma del mar que aún llevaba grabada en la piel. Era como si la claridad que había encontrado en esos días junto al agua salada hubiera despertado una fuerza dormida. Volvía a casa no solo con recuerdos, sino con una chispa encendida, lista para transformarse en palabras, decisiones, y nuevos comienzos.
El embarazo, aún en sus primeras semanas, era un secreto que guardaba en silencio, como un tesoro frágil que aún no se atrevía a nombrar en voz alta. Sin embargo, esa pequeña vida que crecía dentro de ella le daba una fuerza insospechada. Había algo sagrado en esa intimidad. Era suyo, solo suyo… por ahora. Aún no era momento de compartirlo, pero cada mañana, cuando abría los ojos, sentía que el mundo había cambiado ligeramente de posición.
Esa mañana Clara se despertó temp