Después de aplicar su táctica de manipulación habitual, notó que mis manos temblaban por la ira y un destello de satisfacción centelleó en sus ojos.
Esas acusaciones eran su táctica habitual. Incluso tras escuchar lo ocurrido, no sentía arrepentimiento, seguía culpando a otros, jamás a sí mismo.
Ese era el macho con quien me había emparejado, con el que había planeado tener hijos y envejecer a su lado. En su interior era frío, despiadado y completamente indigno de confianza.
Aurora ya no pudo contenerse más y se lanzó contra él. —¿No tienes vergüenza? El cachorro de mi hermana murió por tu culpa. Cuando encontré a Aria, estaba casi muerta, ¿entiendes? Pero, si crees que existe una maldición, entonces hagamos la disolución de inmediato. Tu familia y tú no son más que unos hipócritas despreciables. Déjame decirte algo: no mereces tener descendencia. Espero que no puedas tener hijos en tu miserable vida.
Sus palabras encendieron la ira de Elías con éxito. De inmediato, agarró los document