"¿Qué?"
Diego gritó sorprendido. Sorprendiendo a Hans, que estaba jugando con su teléfono móvil.
"Ahora está pidiendo a sus hombres que busquen a la mujer." Las palabras de Melinda hicieron que Diego volviera a callar. Lo que temía finalmente sucedió, pero Diego todavía se sentía un poco aliviado porque quien vio a Lolita no fue Melinda.
"Diego, vuelve a casa rápido. Haz algo." La voz de Melinda sonaba quejumbrosa como un bebé, no acorde con su edad, que superaba los treinta.
"Mamá, la chica está muerta. Tranquilízate. Puede que tu marido haya confundido a la persona." Diego intentó calmar a Melinda.
"No, está muy segura de haber visto a esa mujer salir de un taxi," insistió Melinda. Diego se masajeó las sienes. De repente, le palpitaba la cabeza con dolor por todo lo que estaba pasando.
No sabía qué excusa más darle a Melinda para que lo creyera. Todo esto era culpa de la chica que se atrevió a huir de él.
"Mamá, es una lástima que no confíes en mí. Porque fui yo quien tiró su cadáve