POV de AdrianaTodo comenzó con una sensación extraña en el aire. Las horas pasaban lentamente, y aunque trataba de concentrarme en mis tareas diarias, mi mente no dejaba de regresar a él. A Diego. Había algo inquietante en su comportamiento últimamente. Como si estuviera guardando secretos, o como si sus palabras estuvieran llenas de cosas no dichas. El Diego que conocía ya no parecía ser el mismo.Me miraba de una forma diferente. A veces, como si estuviera analizando cada uno de mis movimientos, otras veces, como si quisiera decirme algo que ni él mismo se atrevía a expresar. Esa incertidumbre me carcomía por dentro, pero no podía ser yo quien diera el primer paso. No podía ser yo quien mostrara vulnerabilidad, no cuando el mundo parecía estar esperando una razón para hacerme sentir débil.Lo había escuchado hablar con su hermano en la sala. No era la primera vez que escuchaba su conversación a escondidas, pero esta vez había algo diferente. Su tono de voz, la forma en que había me
POV de AdrianaEl sonido de la lluvia golpeando los cristales me despertó antes de que el sol apareciera en el horizonte. Era extraño, porque normalmente el agua cayendo del cielo me traía cierta paz, como si la naturaleza quisiera limpiar todo lo que me dolía. Pero esta vez no fue así. Esta vez, lo sentí como un recordatorio punzante de todo lo que estaba desmoronándose a mi alrededor.Me senté en la cama, abrazando mis rodillas, y fijé la vista en la ventana. Las gotas resbalaban como si lloraran por mí. Quise pensar que era una tontería, pero últimamente todo en mi vida parecía reflejar mi propio caos interno. Desde que Diego se alejó emocionalmente, no he podido respirar con tranquilidad.Lo vi cambiar. Lo sentí desvanecerse en pequeños gestos: ya no me tomaba la mano con la misma fuerza, ya no reía como antes cuando hablábamos de nuestros planes, y sus abrazos... se sentían vacíos. Como si estuviera abrazando a un recuerdo, no a un hombre presente.No sabía cómo hablarle, cómo de
POV de DiegoLa lluvia acababa de cesar, pero el cielo seguía gris, como si el mundo se negara a brillar, reflejando exactamente cómo me sentía por dentro. Caminé por el sendero de tierra que llevaba al pequeño lago detrás de la casa. Cada paso se sentía como un intento desesperado de escapar de algo que sabía que no podía dejar atrás.Me detuve frente al agua. El viento movía la superficie del lago con suavidad, haciendo que mi reflejo se desdibujara. Era una imagen perfecta de mi mente: difusa, confusa, descompuesta.No sabía si estaba huyendo de Adriana… o de mí mismo.Mis manos temblaban. Sabía que no podía esconderlo por más tiempo. Ella notaba todo. Cada mirada, cada palabra no dicha, cada silencio que se prolongaba demasiado. Adriana no era de las que se quedaban calladas cuando algo le preocupaba. Y yo… yo era experto en esconder cosas.No tardó en aparecer.Escuché sus pasos detrás de mí, lentos pero decididos. Su voz rompió el silencio como una daga.—Diego… —dijo, suave per
POV de AdrianaLa noche había caído sin que me diera cuenta. Me encontraba en el sofá, con una taza de té en las manos ya tibia, observando la lluvia golpear con suavidad los ventanales. El silencio era casi absoluto, solo interrumpido por el zumbido bajo del refrigerador y el latido persistente de mi corazón.Diego no había vuelto desde esa tarde.Su ausencia era como una sombra en la casa. No necesitaba su voz ni sus pasos para saber que no estaba. Lo sentía en mi pecho, como un vacío que no podía llenar ni con pensamientos ni con excusas.Me levanté y caminé hasta la puerta. Abrí con cautela y el frío del aire nocturno me dio la bienvenida. Allí estaba él. Sentado en las escaleras del porche, con la cabeza entre las manos, mojado, como si llevara horas allí sin moverse.—Diego… —susurré.Él levantó la vista. Sus ojos estaban rojos. No supe si era por el frío o por lo que traía adentro.—No quería entrar sin saber si podía —dijo con voz áspera.Me acerqué y me senté a su lado. La ll
POV de DiegoEl silencio era tan pesado que me sentía ahogado dentro de él.A veces creo que nací para correr. Desde niño, siempre fue así. De los gritos, de los golpes, de las expectativas que nunca podía cumplir. Y ahora, adulto, seguía huyendo. Pero ya no podía fingir que no sabía lo que hacía. Ya no podía justificarlo con la rabia ni con el miedo. Ahora era cobardía pura.Estaba en el coche, con las llaves en el encendido, el motor apagado y las manos en el volante. Había conducido hasta el final de la calle de Adriana, pero no me atrevía a entrar. No después de todo lo que había dicho. No después de ver cómo la hería con mis silencios, con mis dudas, con mi maldito miedo a ser amado.Adriana.Cerré los ojos. Su nombre dolía como un recordatorio constante de lo que me hacía humano.No sé cuánto tiempo pasé ahí, solo respirando, sintiendo el peso de mis pensamientos aplastarme el pecho. Hasta que alguien golpeó la ventanilla.Ella.Mi corazón se detuvo un segundo. No imaginaba que
POV de DIEGOEl reloj marcaba las 5:47 de la mañana. La madrugada aún cubría la ciudad con una neblina espesa, como si el mundo no quisiera despertar todavía. Pero yo ya estaba de pie, con una taza de café entre las manos y el corazón latiendo con un ritmo irregular.Adriana dormía en el sillón, cubierta por una manta que le había puesto unas horas antes. Su respiración era tranquila, como si el universo le diera un respiro merecido. Me senté en el otro extremo, sin atreverme a despertarla, pero sin poder dejar de mirarla.“La forma en que duerme me mata”, pensé. Tan vulnerable. Tan distinta a la tormenta que es cuando está despierta.No sabía si merecía estar allí. Aún me sentía un intruso en su mundo. Pero ella había insistido. Me había pedido que no me fuera. Que luchara, aunque costara. Y esa petición retumbaba en mi cabeza cada segundo.Me levanté en silencio y me acerqué a la ventana. La ciudad empezaba a iluminarse de a poco. Autos lejanos, luces que titilaban en los edificios.
POV de AdrianaNunca pensé que volver a ese lugar me haría temblar las manos. Pero ahí estaba, con el corazón retumbando en mi pecho, observando desde la distancia la entrada de la casa donde todo comenzó... y donde también todo se desmoronó.—¿Estás segura de esto? —preguntó Lucía, mi mejor amiga, desde el asiento del conductor.—No —respondí sin titubear—. Pero tengo que hacerlo.Salí del auto antes de que mi cobardía me ganara. El viento frío de la tarde acarició mi cara, y cada paso que daba hacia la puerta de madera me parecía más pesado que el anterior. Tenía mil razones para odiarlo, para querer borrar su existencia de mi memoria, pero también... tenía una razón para enfrentar esto.Toqué la puerta una vez. Luego dos. Nada.Pensé en marcharme, pero entonces escuché pasos del otro lado. Se abrió la puerta, y ahí estaba él.Diego.Sus ojos me buscaron apenas me vio, como si no supiera si era real o un fantasma. El mismo cabello despeinado, la misma mirada intensa. Pero algo en él
POV de AdrianaMe desperté con una sensación extraña en el pecho, como si algo dentro de mí estuviera a punto de romperse. El cielo fuera estaba cubierto por nubes grises, como si supiera que ese día no iba a ser fácil. Tomé aire profundamente, deseando que ese nudo en la garganta se deshiciera por sí solo. Pero no lo hizo.Ya habían pasado tres semanas desde que Diego me confesó todo. Tres semanas desde que la imagen que tenía de él se resquebrajó como vidrio golpeado. Tres semanas desde que decidí quedarme... sin saber por cuánto tiempo más podría soportar.Estaba en la cocina, preparando café, cuando lo escuché entrar. Su presencia era como un peso en el aire, uno que conocía muy bien. No era incómoda, pero sí densa. No me giré.—¿Dormiste bien? —preguntó con voz baja, como si tuviera miedo de romper algo más.—No mucho —respondí sin mirarlo—. ¿Y tú?—Tampoco.El silencio se instaló entre nosotros como un viejo conocido. Solo el sonido del café cayendo en la taza nos acompañaba.—A