POV de AdrianaLa verdad es que no sabía cómo empezar. Había pasado tanto tiempo escondiendo lo que sentía que, de repente, decirlo en voz alta parecía un desafío. Cada vez que Diego me miraba con esos ojos llenos de calma, sentía que todo lo que había guardado se desbordaba. A veces me sentía como si ya no pudiera esconder nada más, como si la verdad de lo que soy estuviera a punto de salirse a la superficie.Y cuando nos quedábamos en silencio, yo siempre me encontraba con ese nudo en el estómago. Porque Diego no era como los demás hombres. Con él, me sentía segura, pero también expuesta. Y a veces eso era aterrador.El día después de la cena con los inversores, algo había cambiado en mí. El incidente con ese tipo me había tocado más de lo que pensaba. No era solo el hecho de que había estado dispuesto a humillarme públicamente. Lo que realmente me molestaba era que Diego no dudó ni un segundo en defenderme, como si no importara el qué o el cómo. Como si yo fuera lo más importante e
POV de DiegoLa vi. Allí, parada frente a mí, con esa mirada que mezclaba duda y miedo. No se suponía que debía escuchar esa llamada. No se suponía que estuviera allí. Maldita sea… ¿por qué tuvo que seguirme?—Adriana… —mi voz salió baja, casi ronca.Su pregunta, directa, me perforó el pecho.—¿De qué se trataba?Podía ver cómo contenía las emociones. Sus manos ligeramente temblorosas, su mandíbula apretada. Esa era Adriana: valiente por fuera, pero por dentro… por dentro estaba llena de cicatrices que solo alguien como yo podía ver.No podía decirle la verdad. No todavía. No mientras todo estaba tan enredado.—Es complicado —respondí, dando un paso hacia ella, esperando que su presencia no me derrumbara del todo.Y la verdad es que lo era. Todo era más complicado de lo que imaginé cuando acepté este maldito contrato. No me arrepentía de estar con Adriana. Ni por un segundo. Pero lo que había empezado como una fachada, un trato por conveniencia, ahora tenía raíces profundas… y esas ra
POV de AdrianaEsa noche no dormí. Aunque estaba enredada entre sus brazos, con su calor protegiéndome del frío de la incertidumbre, mi mente no se callaba.Diego decía que quería protegerme. Que no podía contarme todo… todavía. Pero ¿cómo se supone que yo debía dormir tranquila sabiendo que alguien —algún “alguien” poderoso— quería hacernos daño?Por un instante, pensé en salir de su vida. Desaparecer. Quizá así se calmarían las amenazas. Quizá así estaría a salvo.Pero… no podía. No después de sentir cómo me abrazó. No después de escucharle decir que yo era todo lo que él nunca creyó merecer.Me giré lentamente, observando su rostro dormido. Tranquilo. Vulnerable.Lo amaba.Y eso me aterraba.Porque lo que al principio fue un contrato frío, uno que acepté sin saber muy bien en qué me estaba metiendo, se había transformado en un huracán de emociones que ya no podía controlar.¿Qué éramos ahora? ¿Una pareja de verdad? ¿Todavía un trato con cláusulas ocultas?Odiaba estas dudas. Odiaba
POV de ADRIANANo supe en qué momento exacto me enamoré de Diego. Tal vez fue en alguna de esas noches silenciosas en las que él me miraba como si yo fuera su único refugio. O en las mañanas donde, sin decir una palabra, me servía café justo como me gustaba. Detalles que no estaban en el contrato… pero que comenzaron a significarlo todo para mí.Ahora, sentada en el sofá con las luces del departamento apenas encendidas, observaba a Diego en la cocina. Movía las manos con seguridad, preparando algo sencillo para cenar. Se notaba cansado, pero aún así, hacía el esfuerzo de verme sonreír. Me conmovía… y me partía el alma a partes iguales.Había dicho que quería renovar nuestro contrato. Pero sin cláusulas. Sin condiciones. Quería algo real.¿Y yo? Yo deseaba decirle que sí, gritarlo, tatuarlo en mi piel si fuera necesario. Pero había una parte de mí que seguía temiendo. No solo por las amenazas o el peligro que lo rodeaba, sino por la posibilidad de que todo esto fuera solo una ilusión h
POV de DIEGOAdriana.Desde que entró en mi vida, las cosas dejaron de tener el mismo orden. No fue inmediato, ni abrupto. Fue como una marea que va subiendo poco a poco hasta que te das cuenta de que estás completamente sumergido. Y lo peor –o lo mejor– es que ya no quería salir a la superficie.La vi llorar aquella noche, sin que ella supiera que la estaba observando. Se había levantado de la cama y fue hasta la terraza, abrazándose a sí misma mientras el viento le despeinaba el cabello. No me acerqué. No porque no quisiera, sino porque entendí que necesitaba ese momento a solas. Y sin embargo, todo en mí gritaba por envolverla, protegerla… arrancarle esa tristeza de raíz.Yo era el culpable de todo eso.Nunca imaginé que una relación que comenzó como un contrato se convertiría en lo único auténtico que tenía.Me acerqué a ella al rato, cuando ya pensaba que su silencio me iba a enloquecer.—Ven, ya es tarde —le susurré.Ella solo asintió, con los ojos aún brillantes. Se apoyó en mi
POV de DIEGOEl día del juicio llegó como una tormenta que venía avisando su llegada desde hacía semanas. Y aun así, no estaba preparado. No completamente.Me miré en el espejo aquella mañana. Traje oscuro, corbata ajustada, cabello impecable. Por fuera, parecía un empresario firme y seguro de sí mismo. Pero por dentro… por dentro, era un hombre temblando de miedo. No por mí. Sino por ella.Adriana dormía aún, enredada entre las sábanas. Había dormido mejor esa noche, quizás por agotamiento o por la falsa calma que intenté construir en la casa. Pero yo no pegué un ojo. Me quedé viéndola durante horas, grabándome en la mente la forma en que su pecho subía y bajaba con suavidad, como si nada pudiera alcanzarla.Mentira.Todo estaba por alcanzarla.No podía permitirlo.**—¿Estás listo? —preguntó Martín cuando llegamos al juzgado.—No —respondí, con una media sonrisa—. Pero lo voy a estar.Adriana caminaba junto a mí, de la mano. Llevaba un vestido sobrio, el cabello suelto, los labios a
POV de DIEGOLas noches ya no dolían como antes.Después del juicio, después de verla mantenerse firme ante una tormenta que no le correspondía, algo dentro de mí cambió. Ya no se trataba solo de defender mi nombre, mis empresas, o mi reputación. Se trataba de defenderla a ella. Y aunque siempre lo supe en algún rincón de mi mente, ahora lo sentía como una verdad que me quemaba la piel.Adriana dormía a mi lado, en mi cama… pero ya no como una pieza temporal dentro de un contrato. Ahora era diferente. No lo habíamos dicho en voz alta —ninguno de los dos se apresuraba a romper esa delgada línea que aún quedaba entre lo profesional y lo personal—, pero lo sabíamos. Lo sentíamos.El contrato ya no nos ataba.Lo que nos unía ahora era mucho más complejo. Más real.Me desperté antes que ella, como de costumbre. Me quedé ahí unos minutos, mirándola. Su respiración tranquila. Sus labios entreabiertos. Su cabello revuelto en mi almohada. Se había acostumbrado a dormir de mi lado de la cama, y
POV de ADRIANANunca imaginé que un contrato pudiera llevarme a este momento.Tener a Diego de rodillas frente a mí, sosteniéndome las manos, mirándome con esos ojos oscuros llenos de vulnerabilidad… era irreal. Era el tipo de escena que solo pasaba en novelas cursis que siempre decía que odiaba. Pero ahora que lo estaba viviendo, sentía que el corazón se me iba a salir del pecho.—Estoy enamorado de ti, Adriana —me había dicho—. Desde hace tiempo. Desde antes de que pudiera aceptarlo. Desde antes de merecerlo.Mis manos temblaron al escuchar esas palabras. Me apoyé en su frente, cerrando los ojos. No quise que viera mis lágrimas. No aún.—Yo también, Diego —susurré.Y fue entonces cuando me di cuenta: yo ya me había enamorado de él mucho antes de que me lo dijera. Había ocurrido lentamente, en cada gesto que tenía cuando creía que no lo veía. En cada vez que se quedaba despierto trabajando, pero se aseguraba de dejarme té caliente junto a mi escritorio. En las veces que discutíamos y