“¿Savy?”, volvió Alexander a preguntar. Él y Savannah fueron de sentarse frente a una mesa redonda a unirse al baile lento en el centro del campo.
Los rulos rojos de Savannah volaron con el viento, su rostro ligeramente pintado con pecas se sonrojó. Obligándose a mirar a Alexander, respondió: “Alex, tengo miedo”.
Al recostar su frente contra la de ella, dijo en voz baja su nombre: “Savy, yo…”.
“Pero sé que me arrepentiré si no lo intento de nuevo”, respondió finalmente. “Así que sí, quiero volver a intentarlo”.
Cerró sus ojos mientras recostaba su cabeza en su pecho, sus brazos alrededor de su cuello. “¿Prometes que no vas a lastimarme?”.
Alexander sintió la pesadez en su pecho disiparse. Estaba nervioso. La vacilación anterior de Savannah al darle una respuesta lo asustó demasiado. Sonrió, besó su frente y la abrazó con fuerza. En un susurro, respondió: “Gracias, Savy. No volveré a lastimarte. Lo juro por mi vida. Esta vez… será diferente”.
Savannah y Alexander bailaron al son d