Dante se recostó en el sillón de cuero, con los ojos enrojecidos, apretando en sus manos un informe que le habían entregado.
—Isabel... Quien me salvó hace seis años no fuiste tú.
La expresión de Isabel se endureció por un instante, pero mantuvo una sonrisa tierna forzada, intentando tomar su mano.
—Dante, ¿por qué dices algo así de repente? ¿Estás cansado...?
Antes de que terminara de hablar, Dante ya había sacudido violentamente su mano, rugiendo con voz profunda y furiosa.
—¡Deja de actuar! Ya encontré las grabaciones de seguridad de aquel entonces, fue ella. Lina, ella me salvó. Fue ella quien me acompañó durante esos momentos en que la vida era peor que la muerte.
Isabel se puso pálida al instante.
Ella había pasado casualmente por la cama del hospital, Dante acababa de despertar y la confundió con su salvavidas. Debería haber aclarado las cosas, pero en un impulso del momento, perdió la cabeza y lo dejó pasar. Después, la familia la envió al extranjero, se perdió el contacto, cua