Capítulo 5

 

Asher los vio alejarse hacia esa casa sin poder pronunciar ni una sola palabra. Su beta lo sujetaba del brazo con fuerza, aunque si él quisiera soltarse y matar a los intrusos nadie podría detenerlo.

Lo único que podría impedirlo sería la casa, porque tenía bastante claro que la protección mágica seguía en pie y no le permitiría entrar. Esa construcción no había permitido que un solo lobo se acercara y esos extraños podían acceder a ella con libertad.

En ese instante, lo único que quería era mantener las emociones contradictorias bajo control. Su mente le decía una cosa y su lobo se empeñaba en llevarle la contraria.

Nunca, hasta ese momento, estuvo tan en contra de lo que su lobo interno le pedía y menos le costó controlarlo. Estaba fuera de sí y su beta lo sabía, su amigo se daba cuenta del debate interno que estaba viviendo.

—Quiero que se vayan hoy mismo —graznó con los dientes apretados mientras sentía que el lobo se negaba a esa petición.

—Alfa, no quiero rebatir sus órdenes, pero quizá es nuestra única oportunidad de escapar de esta maldición. ¿No quiere volver a ser libre? —Libertad, esa palabra parecía escucharse ajena, hacía demasiado tiempo que su gente no la tenía.

Llevaban ciento cincuenta años prisioneros de la maldición, sin poder salir de las barreras mágicas del pueblo, sobreviviendo. Y no es que a los lycan les importara mantener contacto con los humanos, pero por culpa de esa bruja vivían ajenos a cualquier cosa que ocurriera fuera de allí.

Los maldijo a todos solo por culpa de uno de ellos.

No tenían contacto con otros clanes de lobos, no podían conocer a sus mates, pero tampoco podían ser atacados y esa barrera mágica los mantenía seguros de cualquier amenaza exterior.

Y fue así hasta ese día porque esos dos extraños la atravesaron.

Ignoró las palabras de su beta, sabía que tenía razón, toda su gente había esperado con ansias ese momento y si los expulsaba perdería su respeto. Debía informarlos de lo ocurrido antes de dar un veredicto.

—¿Cómo es posible? No sentí magia en ninguno de ellos, son solo unos humanos, ¿cómo lograron traspasar la barrera? —pronunció en voz alta, aunque la pregunta no iba a dirigida a su beta. Sabía que ninguno de los dos tenía una explicación para eso.

La expresión esperanzada de su amigo se convirtió en una mueca triste y negó con la cabeza.

—También me di cuenta de eso. Lo extraño no solo es que no haya magia en ellos, tampoco son lycan, pero humanos… No lo creo. Hay algo en ambos que no es del todo normal, lo parecen, pero no lo son.

Asher asintió con la cabeza, también se había dado cuenta, pero todavía era más desconcertante no saber a qué tipo de criaturas se enfrentaban. Habían entrado sin mayor problema en la casa de la bruja y eso lo perturbaba.

Nadie pudo acceder antes, ni siquiera podían acercarse demasiado sin que la fuerte energía que la rodeaba los expulsara. Por ese motivo no había ido tras ellos, estaban protegidos en el interior, pero ya saldrían de allí. En algún momento tendrían que hacerlo y él estaría ahí para conseguir toda la verdad.

—Es inútil que sigamos aquí —le dijo a su beta—, debemos informar al clan y mantener vigilada la casa mientras se toma una decisión.

—Me ocuparé de eso ahora mismo. —Su amigo le apretó el hombro antes de alejarse para cumplir sus órdenes.

Asher miró por última vez la casa y observó el movimiento de la cortina en una de las ventanas. La mujer asomó su rostro y su lobo al verla se retorció en su interior deseando salir.

Se dio la vuelta con rapidez para no continuar viéndola y corrió para alejarse de esa mujer lo más rápido que pudo.

                                                                                ***

Emma no pudo evitar asomarse a la ventana a pesar de que su hermano le había dicho que no lo hiciera. Al parecer, Ethan quería nombrarse el hermano mayor y comenzar a dar órdenes y ella no estaba dispuesta a aceptarlo.  Ya había vivido durante demasiado tiempo bajo el yugo de su madre para comenzar a vivir bajo las órdenes de su hermano.

—No me dirás lo que tengo qué hacer —masculló entre dientes y apartó la cortina para observar el exterior y percatarse de que ese hombre continuaba allí.

Por un momento se miraron, pero duró poco porque él se dio la vuelta y se marchó.

Durante unos minutos, se quedó allí, con la vista fija en el camino y se sintió asombrada por la velocidad con la que ese hombre se movía. Fue la mano de su hermano al agarrarle el brazo, la que obligó a su mente a enfrentarse a la realidad de nuevo.

—No te digo qué hacer solo para controlarte, Emma. Yo no soy como mamá —murmuró Ethan y la miró con tristeza—. Solo estoy preocupado, soy el único que abandonó el bosque cuando mamá murió, el que conoció personas, el que…

Emma lo detuvo, le agarró los hombros y comenzó a empujarlo con suavidad hacia atrás hasta que sus piernas chocaron con el sofá. El mueble era antiguo, se notaba, pero estaba en excelente estado. Todo en la casa lo estaba, pero no podía negar que tenía mejores comodidades de las que tenían en su cabaña de Pensilvania.

—Sé que tú te ahogabas en nuestra casa y por eso cuando mamá murió no dudaste en marcharte y dejarme sola. —Su hermano intentó protestar, pero bajó el rostro, avergonzado—. Sabes que es verdad, apenas la habíamos enterrado cuando ya estabas con tu mochila colgada para marcharte.

—Pero regresé —se apresuró a decir—. Solo estuve un mes fuera y te las apañaste bien, no es como si te hubiera dejado para siempre, quería ver qué tan cierto era lo que decía mamá. Si al final salir del bosque era peligroso para nosotros, no podía llevarte y ponerte en peligro.

Emma asintió y se sentó junto a él, de pronto se sintió agotada por el viaje.

—Te lo agradezco, pero ahora también me toca a mí aprender y conocer gente. Creo que vinimos al lugar adecuado, es tranquilo, la casa es acogedora y hasta tenemos un huerto y unos vecinos muy intrigantes.

Su hermano entrecerró los ojos y la miró con preocupación.

—¡No, Emma! No son intrigantes, la palabra que buscas es preocupante. Ese hombre está loco, llegó desnudo sin importar el frío y comenzó a dar gritos. Además, también está la casa, ¿es que no notas nada raro?

Emma sintió que su colgante con la forma de un sol se calentaba en su pecho, lo tomó entre sus manos y lo apretó, pero no dijo nada. ¿Qué si no notaba nada raro? Por supuesto que lo notaba, la palabra raro parecía estar escrita en luces de neón en su mente. Podría haber crecido en un bosque alejada del mundo, pero de tonta no tenía nada y podía ver que aquello no era normal.

Si tenía que enumerar todo lo raro que había visto, primero estaba el folleto que apareció en su casa de Pensilvania, después la extraña sensación que se apoderó de ella al recibirlo. En ese momento, sintió que si no hacía ese viaje nada iría bien. Para acabar la lista de cosas extrañas, también estaba la anciana que los recibió. Por más que intentaba recordar lo de la supuesta llamada que había hecho, todo le decía que nunca había hablado antes con ella. Emma nunca alquiló aquel lugar, pero si no se quedaban, estarían en la calle e indefensos.

Si había que agregar más cosas extrañas a su lista, podía incluir el huerto lleno verduras preparadas para cosechar, a la intemperie, con el frío y la nieve, además de la casa que parecía haber estado cerrada por mucho tiempo, pero no había una sola mota de polvo en ella.

Y eso no era todo, en ese momento casi podía sentir que las paredes tuvieran ojos, que aquella casa tuviera vida y, a pesar de eso, no quería marcharse. Sentía que estaba donde debía, por eso mismo mintió.

—No sé de qué estás hablando, Ethan, seguro estás cansado por el viaje. A mí este lugar me parece encantador, no podemos juzgar a su gente solo porque uno de ellos haya querido presentarse aquí desnudo y dando gritos, tal vez es el loquito del pueblo.

—¡¿El loquito del pueblo?! De verdad, Emma, puedo llegar a entender que seas ingenua, pero ese hombre no se veía como un loco, más bien como un psicópata peligroso. Quizá no te diste cuenta de la forma en la que te miraba, pero yo sí.

Emma quería explicarle a su hermano la extraña sensación que se había apoderado de ella al ver a ese hombre. Sentía que debía conocerlo y saber más de él. Sobre todo cuando estuviera vestido, eso sería algo más seguro, pero para eso, debía convencer a Ethan de que no había nada extraño en aquel lugar.

—Lo mejor será que nos tomemos las cosas con calma. Acabamos de llegar, tenemos un maravilloso techo sobre nuestras cabeza y el agradable calor de esa chimenea.

—Chimenea que nadie encendió, pero que ahí está, con troncos que parecen recién cortados y que yo no puse ahí —se quejó su hermano a la vez que señalaba al lugar donde el fuego ardía.

Emma se pasó la lengua por entre los labios resecos sin saber qué contestar a eso.

—Iré a la cocina, prepararé algo caliente para beber. Quizá haya un té o café, o un potente analgésico que nos haga dormir dos días para que podamos aclarar la mente —balbuceó y escapó de la sala.

Quería quedarse en aquel lugar, no sabía por qué, pero era una fuerte necesidad. En ese instante, se sentía de la misma forma que cuando recibió aquel folleto donde hablaban del pueblo.

Agradeció que su hermano no la siguiera hasta allí para continuar con la discusión.

Comenzó a buscar en aquella antigua cocina. Todo estaba hecho de madera, los utensilios para cocinar eran robustos y pesados, como si estuvieran hechos de hierro y la hornilla no era eléctrica o de gas, era de leña.

Aquello no fue extraño para ella, en Pensilvania, no vivían en un hogar moderno. Su pequeña cabaña tampoco tenía las nuevas comodidades de las que su hermano le había hablado, así que agradeció que todo estuviera listo nada más para encender el fuego y poder calentar agua.

Cuando se preguntó de dónde podría sacar agua, apareció ante sus ojos una jarra de cerámica que no recordaba haber visto ahí. Emma tragó el nudo que sentía en la garganta, pero aun así, se acercó a la vasija y miró el interior para encontrarse que estaba llena de agua fresca.

No parecía que llevara mucho tiempo ahí y se veía potable.

—Esto no puedo contárselo a Ethan si quiero quedarme a vivir aquí —masculló con la voz temblorosa.

Lo peor no fue eso, lo que la hizo dar un brinco del susto fue ver cómo la hornilla se encendió sola y la leña comenzó a arder para que ella pudiera colocar el agua y calentarla.

Con temblores y muerta de miedo logró preparar aquel té de hierbas que había encontrado en la cocina. Solo esperaba que no fuese nada venenoso y no estuviera a punto de llevar a su hermano y a ella misma a su propio fin.

Cuando finalizó, agarró una tetera, volcó el contenido y encontró una bandeja para trasportarlo todo a la sala. En cada paso que daba sentía sus manos temblar y no era de frío, la temperatura en la casa era muy agradable.

Si no estuviera tan asustada, ya se habría quitado el gorro de lana que la anciana le dio y el abrigo.

—¿Estás bien, Emma? —preguntó Ethan al verla llegar seguida del ruido tintineante que hacían las tazas al revotar en la bandeja por culpa de sus temblores.

—Magnífica, es solo que tengo un poco de frío, pero en cuanto beba algo caliente todo estará bien —balbuceó, pero nunca sabría si al beberlo se sentiría mejor porque sus nervios provocaron que tropezara y todo el contenido de la bandeja saliera volando y se estrellara en el suelo.

El sonido de las tazas rotas se mezcló con ese grito que tenía atorado en la garganta.

Su hermano se levantó de un salto para evitar que el agua caliente lo salpicara y se colocó a su lado dándole un reconfortante abrazo.

—¿Te quemaste? —preguntó y comenzó a mirar sus manos, al ver que no había signos de ninguna quemadura o herida, ambos se centraron en el estropicio.

—Lo recogeré ahora mismo —pronunció Emma todavía con el miedo retumbando en su voz.

Su hermano negó con la cabeza y la hizo a un lado.

—Yo lo haré, estás asustada y no quiero que acabes cortándote —apenas finalizó la frase, otro grito resonó en la sala.

En esa ocasión provenía de ella y de su hermano. Ambos se agarraron uno al otro mientras veían como las tazas se recomponían solas, el agua desaparecía del suelo y todo volvía a colocarse en la bandeja como si nada hubiera ocurrido.

—Dime que tú también acabas de ver eso y que no estoy loco, Emma —graznó su hermano y le clavó los dedos en los brazos con demasiada fuerza.

—L-lo he vis-visto —tartamudeó sin poder ocultar por más tiempo el miedo que sentía—. ¡¿Qué está pasando?! —gritó cuando la bandeja se elevó en el aire y se acomodó por si sola sobre la mesa.

—¡No lo sé, pero no vamos a quedarnos a averiguarlo! —ordenó Ethan y, con rapidez, comenzó a agarrar sus pertenencias a una velocidad que no parecía humana y cuando terminó tiró de ella hacia la salida.

Tenían que escapar de allí, no importaba que todo su cuerpo pareciera negarse a eso.

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