—¡¿Eras tú?! —le dice acercándose peligrosamente a él—. ¡El lobo que se escapó de mí!
—Sí, pero lo hice porque…
—¡Me gruñiste, tarado! ¡Me mostraste tus colmillos así! —ella hace un gesto gracioso y Oscar de verdad se reiría si no sintiera el peligro sobre él—. ¡¡Y dejaste que me secuestraran!!
—