Un silencio tenso reinaba en el claro bajo la fría luz de las estrellas. Todos sentíamos la creciente influencia de la luna llena que pronto asomaría más allá de las montañas. A mitad de camino entre el pabellón y los primeros árboles, los hombres del clan de Ragnar se habían alineado de cara al bosque, cada uno con uno de nosotros a su lado. Todos vestíamos sólo mantas aseguradas en torno a las caderas bajo los mantos, y nosotros habíamos agregado gruesas ramas colgando de nuestros cintos.
Si lograban cambiar, nosotros cambiaríamos también para acompañarlos en su primera noche en cuatro patas. Si no cambiaban y el poder de la luna alienaba sus mentes, habíamos acordado que los golpearíamos para desmayarlos y que no le hicieran daño a nadie.
Lo mismo ocurría detrás del pabellón con las mujeres.
Atisbé sobre mi