-¡Yo soy quien toma las decisiones Elizabeth!.
-Te equivocas, Alfred, tu puedes ser el rey aquí. Pero no puedes obligarme a que me quede, y yo elijo irme.
-¡No permitiré que te vayas!.
-Solo tiene dos opciones, o me dejas que me vaya o me matas. No estaré aquí en contra de mi voluntad. Le dije poniéndome firme, porque no pienso someterme.
Un hermosa sonrisa se dibujo en su rostro, aún así no lo entiendo.
-Eres tan hermosa Elizabeth.
-¿Has escuchado lo que te dije?, le pregunté con el ceño fruncido, porque siento que se esta burlando de mí.
-Escuche cada palabra.
-¿Y que es lo que te hace gracia?
-No hay un ser en la tierra que me haya hablado como tú y que aún conserve su cabeza, yo lo mire confundida.
-Eso es por qué eres la Luna de esta manada.
-Me iré Alfred, jamás podré ser lo que esperas.
-¿Estas segura que es lo que quieres?, me preguntó, ¿acaso me dejará ir?, yo asentí.
Hizo una pausa, camino por la habitación con las manos en los bolsillos y se quedó observando desde la venta