Sofía se sentó junto a Daniel y, dando palmaditas al asiento a su lado, dijo:
—¡Mamá, siéntate aquí!
Me senté obedientemente junto a ella.
Sofía se volteó hacia mí y me dijo:
—Pide un deseo.
Mirando la llama temblorosa de la vela, cerré los ojos y en silencio formulé mi deseo.
"Que Sofía se mejore poco a poco."
"Y que podamos ser felices por siempre."
Abrí los ojos y soplé con fuerza las velas.
Sofía inmediatamente se pegó a mi lado, su pequeño cuerpo prácticamente fusionándose con el mío:
—¿Qué deseaste, mamá?
Estaba a punto de responder cuando Daniel, para evitarme la incomodidad, intervino:
—Sofi, si cuentas los deseos no se cumplen.
Como toda niña que no puede ocultar sus sentimientos, Sofía mostró su decepción:
—Bueno, está bien.
Al ver su adorable puchero no pude evitar sonreír, mientras le cortaba un pedacito de pastel:
—Come un poco.
Sofía, con los cachetes inflados, protestó:
—Pero papá dice que no debo comer dulces en la noche porque son malos para los dientes.
Era evidente q