Mientras Anthony y Mateo discutían sobre las opciones de seguridad, además de la organización del cargamento para su protección del Coloso, el mexicano se perdía entre las miradas frías y distantes de la Demon que aseguraba las ventanas. Había visto tantas mujeres en su vida que quería descubrir qué era lo que le gustaba de esta. No contaba con las medidas de revista ni con la figura que solía perseguir. Corinne era otra cosa; un poco más de curvas, un andar firme, sin pretensiones. No tenía la silueta que te escupen las pasarelas, pero había algo en ella que lo hacía voltear. Y quedarse.—Chingada madre… —masculló, con la copa a medio levantar—. Si así camina alguien que no sigue estándares, que se jodan los estándares.Le atraía lo que no entendía. Y eso era justo lo que lo mantenía quieto, mirándola como si con eso pudiera descifrarla.El ruido de un par de zapatos lo hizo girar el cuello, solo para ver la silueta de la pelirroja abordar la sala con una sonrisa de oreja a oreja. U
En Manhattan las cosas no estaban tan tensas como en Polonia, pero sí tenían a Harper con la idea de cómo lidiar con la presencia de la familia de su prometido. No eran molestos ni lanzaban comentarios mordaces como otros, aunque sí sabía que a Izan...era a quién menos le agradaba. Aunque lo disimulaba podía percibir ese gesto de incomodidad. No podía culparlo, que alguien atentara contra su hermano era motivo para tirar de un gatillo siempre y de no ser por el pedido directo de Mateo, ella no siquiera sería un recuerdo. Sin embargo, ni Harper ni Izan eran del tipo de persona que se acercaría a hacer tregua. Mateo atrapó la mano de la inglesa por encima de la mesa, como si con ello pudiera dar un mensaje más claro de lo que allí sucedía. Aunque no lograba volver a contactarse con Krysia ni Helena, no quería preocuparse por tal situación, ya que sabía que podrían estar muy ocupadas. Aún si fuera ignorándose…o lo que fuera lo suyo. Keyla sonrió con la copa pegada a los labios, pues
Las llamadas no cesaron desde el teléfono de Keyla hacia el de Luisa. La diseñadora tenía la mente totalmente abierta a las ideas que llegaban unas tras otras. No tenía manera de detenerlas, mientras tanto los vehículos se movían por la carretera con Joseph al volante, Keyla con una sonrisa que no abandonaba su rostro y su hijo menor sin entender cómo llegó a parecer un crío con supervisión de sus padres. De igual manera optó por llamar a Asher, quién simplemente se rió de la situación, para después darle la ubicación. Ese no era su asunto, así que Izan podría liberarse. Su hermano, en cambio, no tenía la intención de frenar el desenfreno formado por sus ansias. No después de semanas completas estando lejos de quién en ese momento sostenía entre sus brazos. La espalda de Harper golpeó contra la pared antes de que pudiera siquiera respirar nuevamente. Mateo la había tomado con la urgencia brutal que ella manifestaba de la misma manera. No eran caricias, eran reclamos por tanto tiemp
Harper no sabía qué sucedía. No entendía qué pasaba. El aturdimiento era demasiado para comprender la situación. Solo veía la sangre de su esposo derramada en el suelo. Dos balas, una en el pecho y otra en la frente. Sus manos temblorosas envueltas en el mismo líquido la hicieron perder la noción de su entorno. Las pastillas para dormir que tomaba cada noche habían funcionado demasiado bien en esa ocasión, porque no escuchó los disparos. —Fue él. Fue Mateo Crown quien lo hizo —le dijo su suegro con la voz rota—. Lo mató porque no cedió a sus órdenes. Lo mató porque no aceptamos su dominio sobre nuestras vidas. No sabía quién era Mateo Crown. No entendía nada de lo que Lorcan decía. Sólo comprendió que habían matado a su esposo. Solo entendió que Mateo Crown había masacrado a casi todo un clan. La había convertido en una viuda. No amaba a su esposo, pero él la había mantenido segura de todos en ese lugar, y ahora estaba a la deriva. En el funeral de Orvyn Bohemond, solo
El mundo de Harper se tambaleó. ¿Casarse con el asesino de su esposo? La idea era repugnante, pero antes de que pudiera protestar, su suegro continuó. —Como comprenderás, no puedo arriesgarme a que vuelva a atacarnos —suspiró vertiendo un poco de su licor en un vaso—. Tú ya entiendes este tipo de negocios y eres en quien más puedo confiar para que haga bien su trabajo. Salvarnos. Su hipocresía no tenía fin. —Tienes hijas —le hizo ver cuando recuperó el habla. —Seré sincero —Lorcan se sentó cruzando una pierna sobre la otra—. Sabes la fama que esa familia se carga. La prueba está en que vino a matar a mi hijo a su casa, mientras dormías y no te diste cuenta de que lo hizo —dejó caer su barbilla sobre sus dedos con amargura, también presente en sus ojos—. No quiero a alguien así en mi familia. Tu padre no me llevará la contraria, durante los seis meses que dure esto, porque desde que firmaste tu matrimonio con Orvyn por la razón que sabemos, eres de mi propiedad, ¿tu mente capt
—¿Te lo dijo? —cuestionó su nana al verla con las manos enguantadas aferradas a la cómoda. Harper asintió solamente. —¿Le pedirás ayuda a tu padre? —No moverá un sólo dedo— lanzó su cabellera a su espalda. —Debo casarme con ese…asesino. Decirle asesino a alguien cuando esa marca la llevaba también era hipócrita. Pero lo suyo no se comparaba a ir a la habitación de alguien por la noche a acabar con su vida y aún presumir el hecho. Lo suyo fue accidental y sus manos recibieron castigo por haberlo causado. No sucedía lo mismo con el asesino de su marido y su salvación. —Mi niña, el mundo no siempre es justo, pero tú tienes la fuerza para cambiar tu destino— susurró Winifred, su nana acariciando su cabellera rojiza, para brindar consuelo. —¿Cómo puedo cambiar algo que ya está decidido? —dijo forzándose a no flaquear. —No soy más que una sombra en esta casa, Win. Tenía un poco de importancia con Orvyn vivo, pero ese maldit0 me quitó la única posibilidad de vivir medianamente tranq
Harper recorría las calles de Manhattan tratando de no llamar la atención, pero con un vestido de novia era casi imposible. Decidió esperar en un callejón. Debía calmarse. Le disparó a un mafioso… ¡a su propio marido mafioso! Tal vez debía sentir culpa, pero fue tan gratificante. Le dijeron que no sentía dolor al ser herido, pero eso no fue lo que presenció. No importaba, se lo merecía. —¿Tienes frío, niña? —preguntó de repente un hombre mayor. Ella se sobresaltó y se puso a la defensiva. El hombre puso las manos al frente. —No te asustes, sólo quería ofrecerte un abrigo y que te acerques a la fogata. No quería que le apuntara. —¿Te perdiste? —mantuvo su distancia. —No… —Sí debía ser la respuesta, pero tuvo vergüenza de admitir que no conocía la ciudad. —Sólo tengo que quitarme esto. Se arrancó el velo mientras observaba el callejón. Era un buen sitio para esconderse, al menos hasta que su mente volviera a funcionar. Aceptó el abrigo levemente sucio del vagabundo y dec
Mateo no estaba dispuesto a convivir con alguien tan insoportable. Le dejó una de sus casas a la mujer con la que se casó, estableciendo límites estrictos a los empleados para evitar pérdidas. Él se quedaría en una casa a muchos kilómetros de distancia, donde pudiera vivir tranquilo con sus mascotas; el rottweiler y el tigre blanco, con los cuáles se entendía mejor que con la gente.Después de cenar y dormir esa noche, se trasladó a Aegis, su lugar de trabajo, una fortaleza equipada con la mejor tecnología, donde él era uno de los principales encargados de probar y mejorar los sistemas. Recibía heridas nuevamente, pero todo volvió a la normalidad, no sentía absolutamente al hacérselas. Aunque se obligó a recordar lo ocurrido, como también ignoró a quién quiso preguntar por ello. Regresaba a su casa para despejar su mente, pero dos noches después se encontró con una visita inesperada.—Todos nuestros amigos fueron a mi fiesta de cumpleaños y tú faltaste esta vez —dijo Braden, con su v