La mano de Ember se aferró a la de Alaric.
Él sintió un escalofrío de repulsión que no pudo disimular. La mirada de la mujer era un espejo de la obsesión de su propio padre.
Alaric retiró su mano con brusquedad. Kael y Mara Blaine sonreían, ajenos a la tensión.
—Señora Blaine, permítame acompañarlos