Al abandonar la residencia de los Shaw, Alex guía a Rebecca hasta un supermercado. Durante todo el trayecto, ella mantiene un silencio reflexivo, mientras él la observa detenidamente en los semáforos.
– ¿Por qué estamos aquí, Alex? – Pregunta ella cuando él estaciona.
– Necesitamos adquirir los ingredientes necesarios para que prepares una comida para los dos.
– He perdido el interés, ya no voy a cocinar.
– Seguro que sí lo harás, me lo debes. – Afirma, saliendo del coche y abriéndole la puerta.
– No veo la necesidad de estar aquí, tenemos todo lo que necesitamos en casa. – Murmura, caminando delante de él.
– Rebecca, ¿recuerdas la primera vez que preparaste algo para mí?
– Lo recuerdo, Alex, te gustó. Pero ahora insistes en decir que soy un desastre.
– Querida, eres un desastre. Me encantó tu comida, por tu buena voluntad de hacerla en un momento especial. Sin embargo, no podemos llamar a aquello sabroso, sin mencionar el lío que causaste y, para empeorar las cosas, me obligaste a or