Después de aquella tarde dolorosa y triste, Rebecca permaneció dos semanas más en el hospital. Recibía visitas diarias de sus amigos y familiares, y en la habitación, contaba con la constante presencia de la familia de Alex.
– ¿Cómo estás, querida? – Pregunta Olga.
– Estoy tratando de seguir adelante. – Responde, con un susurro cargado de tristeza.
– Rebecca, perdón por ser tan indiscreta, pero ¿hiciste lo que están diciendo? – Pregunta Ana.
– ¿Podemos no tocar este tema? Solo me hace recordar lo terrible que soy. Alex tiene razón, ese día debería haber sido sepultada. – Responde, conteniendo las lágrimas. – Es un dolor aparentemente interminable, un vacío que me enloquece. Destruí la vida de las personas que más amo. Soy una persona horrible y merezco todo este sufrimiento. - Concluye, entre sollozos.
– Mi querida, está bien. Mejorará, te lo prometo. – Dice Nicolas, abrazándola mientras la consuela.
– Abuelo, ¿cómo está él?
– Mi querida nieta, no sabemos. Hemos intentado contactarlo