MADISON
Finalmente, llegamos a la habitación donde Marc me había traído. No puedo creer lo bastardo que puede llegar a ser una persona con tal de dañar a otra, pero que ni piense, que su maravilloso plan dará algún resultado satisfactorio. Me recostó en un sofá que se encontraba ahí y entrecerré mis ojos, puede que esté pensando mal, pero…
—Madi, ¿cómo te sientes? —No sabía si responder o no, y si se da cuenta de que estoy fingiendo.
—Yo… —Hablé como si de verdad me encontrara ebria—. ¿Dónde… estoy?, Marc, ¿qué me pasa? Me siento… muy mal.
—No te preocupes perra —primera bandera roja— mañana no recordarás nada, pero la pasaremos muy bien, y no hace falta que lo recuerdes, tu coño siempre será mío y eso es lo verdaderamente importante —escupió con tanto odio esas palabras, que por un momento me paralice— y ahora si podrás ir tras el pendejo de Brennan, pero te recibirá con un regalo de mi parte.
—¿De… qué… hablas? —quería razonar con él, pero no creo que haya manera alguna y entonces u