Una semana antes.
«El espejo no miente», decía la mente de Lenis por sí sola, con vida propia, mirándose.
La secretaria acababa de darse una ducha y con un albornoz grueso color blanco puesto, peinaba su cabello mojado, echándoselo para atrás.
«El espejo no miente», volvía a decirse. Debía pintarse el cabello, empezaban a notarse las raíces de su naturaleza rubia. A pesar de haberse descubierto, el miedo seguía latente. No podía dejar que el cabello de antes regresara a perturbarle su paz. No podía permitir que lo de antes regresara y succionara esa paz que ya, alguna vez, había dado por perdida.
La discusión con George sobre no ir a trabajar continuó en la cena. Él estaba determinado a imponerle cosas y mandatos que ella luchaba por comprender, pero no podía adaptarse meramente. Sabiendo que se encontraría con Peter y tal vez con un poco de paciencia lograría armar seguridad a su alrededor con su ayuda, en el f