Pensé que había tocado fondo el día que ella me dejo, llegue a creer que no podía llorar más, que no podía sentirme peor, pero me equivoque; hoy todo aquello ha sido superado por las palabras que me acaba de decir Lorena, por esa crueldad con la que me miro, y hacerme sentir que no valía nada. La impotencia y el dolor apenas me dejan caminar por este jardín hasta que finalmente consigo llegar a un rincón alejado y me dejo caer de rodillas al suelo para luego sentarme.
La brisa proveniente de la bahía roza mi rostro y esta opresión en el pecho se hace más fuerte.
—¿Aren? —escucho la voz de Haizea.
Abro mis ojos y allí está frente a mi mirándome mientras que trata de entender lo que me sucede.
—Haizea —es lo único que consigo pronunciar mientras que veo como ella se arrodilla frente a mí.
Me mira detenidamente y toma mi rostro entre sus manos.
—¿Qué fue lo que paso? —inquiere preocupada y el dolor no se va.
—No me quería, solo quería mi dinero, pero ni siquiera eso le alcanzo. Me dejo p