Poco a poco, Vladímir recuperó la calma cuando ella finalmente obedeció y se sentó a su lado sin moverse. Le sorprendió la facilidad con la que pasó de escuchar atentamente a una conversación animada. Su olor dominaba el fuerte olor a cigarrillo. Se dio cuenta de que no había encendido uno desde su llegada.
Se envió un buen trago de whisky para relajarse. Ella lo rozó, y cuando él la miró a los ojos, tuvo que apretar las mandíbulas para suprimir la ola que acababa de atravesar su cuerpo como una corriente eléctrica lenta y larga.
- Todo va bien. Logró decir con voz ronca.
Hizo una mueca, movió la pierna en tono de disculpa.
- Ahí, realmente necesito ir al rin concito.
¿Qué debe hacer? Pensó por un momento en castigarla por mentir antes, pero se resignó.
Ordenó al portero que la dejara pasar y la siguió con la mirada.
- Ella es absolutamente hermosa. Dijo David, tomando el lugar de la joven, obstruyendo su campo de visión.
- Sí, ella es. Dijo con voz ronca, cargada de fantasías sucias