Fue entonces que Verónica apareció deslumbrante.
—¡Thor, querido! —exclamó, envolviéndolo en un abrazo exagerado.
Thor correspondió con un toque mecánico, frío.
Verónica se volteó entonces hacia Celina con sonrisa en los labios.
—¡Celina, estás hermosa!
Celina solo inclinó la cabeza, sin esconder el desprecio que sentía.
Verónica se acomodó la bolsa en el hombro y dijo con una voz dulce:
—Ah, es hora de la entrevista, ¡vine a buscarte!
Antes de salir, como si se hubiera acordado de algo muy importante, Verónica se rió y extendió la mano hacia Thor, sosteniendo algo entre los dedos.
—Ya me iba a olvidar, Thor... —dijo, entregándole una pluma elegante—. Olvidaste esto conmigo esta tarde.
La sangre huyó del rostro de Celina.
Su estómago se revolvió.
Era como si un puñal hubiera perforado su pecho.
El recuerdo del labial rojo en la camisa de Thor invadió su mente con una fuerza brutal.
Verónica.
Era Verónica.
El mundo pareció girar a su alrededor.
Thor tomó la pluma automá