Todavía existe la amabilidad.

Narrador.

Avergonzada y sabiendo que se veía más patética de lo que en realidad es, Ignacia seguía como animal mañoso, zascandileando sin detenerse a pensar, aunque el suelo bajo sus pies descalzo picaba demasiado por lo caliente que está el concreto, igual no se permite suponer que no puede llegar andando.

—No puedo perder este trabajo, ahora más que nunca debo tener la fuerza para seguir adelante, por mis hijos—, dijo dándose ánimos a sí misma para no dejarse caer, con la autoestima por el suelo y el llanto a punto de salir no se permitió lamentarse, de modo que con el dolor en las rodillas se exigía avanzar más deprisa, pero diez pasos adelante se detuvo cuando el claxon de un auto fue tocado varias veces y miró a su lado izquierdo.

—Venga señorita, la llevaré— le propuso Daniel y ella se quedó algo confundida y desconfiada por la preocupación que muestra ese desconocido. Sin embargo, ese hombre había sido demasiado bueno con ella, de modo que se acercó cojeando y parada cerca d
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