Cuando llego a la ciudad, Sophie había ido al apartamento que ahora era parte de su herencia, se tumbó en la cama, cansada y la consternación por los últimos acontecimientos la hacían sentir muy desconcertada consigo misma.
También sentía desconcierto no solo por lo que había pasado, sino por su falta de remordimientos porque, a pesar de sus palabras cuando Dante le preguntó si había merecido la pena, sabía que si tuviese oportunidad volvería a hacerlo.
Por la mañana, se duchó y se vistió, jurando borrar el indecente encuentro de su mente y rehacer su vida, antes de ir a visitar a su hermano Olliver quien la esperaba con inquietud.
Sophie recordó cuando se iba a casar con Fran, el abogado Robert el mismo del padre de Dante, se había portado como un rottweiler mientras redactaban el acuerdo, recordando a Fran una y otra vez que todo lo que le daba a Sophie salía de la herencia de los suyos, pero por fin su hermano y ella tenían algo de estabilidad económica. Por fin podían reh