Pronto la habitación fue provista de lo que el pequeño Aleksey necesitaba.
El médico canalizó al niño y le puso unos medicamentos que le ayudarían a bajar la fiebre. También le fue puesto oxígeno y una máquina para leer su oxigenación y los latidos del corazón.
Isabella aplicaba compresas frías en la frente de su hijo para que le bajara la temperatura y así evitar que convulsionara.
— Pudimos estabilizarlo, por ahora solo queda esperar y ver cómo reacciona su cuerpo. La ventaja de ser niño es que cuentan con mucha resistencia. — El doctor daba ánimos a los padres.
— ¿Escuchaste, Isabella? Pronto Aleksey se va a recuperar, princesa. — Sergey apenas podía ocultar lo mortificado que estaba por su pequeño. Se sentía culpable por qué lo había llevado a su helado país. Quizás el brusco cambio de clima fue demasiado para el niño.
— ¿Tú crees? Siempre le digo a Aleksey que no pise descalzo el piso, que no coma muchos helados, ni tome frío. El siempre ha sido delicado y es el! p