Los ojos azules que centelleaban del Alfa Angelo, al ver a su luna y al vampiro que la sostenía en su regazo, no era para nada buena combinación, era sabido lo territoriales que eran los Alfas con su parejas destinadas, y aún siendo el rey de los vampiros, él Alfa podía darle pelea y herirlo
— ¡¿Qué demonios te pasa, Angelo?! ¡creí que eras de todos los Alfas Volkov, el más mesurado y consciente!
— ¡Miaaaaa! ¡ella es mi luna, suéltala, no la toques o voy a destrozarte!
— ¡¿Qué carajos estás diciendo?! ¡Ella es una de mis líderes de clan, el Alfa Romanov, la hirió, tenemos que atenderla, se está yendo!
— ¡No, suéltala, dámela, ella es mía! — El Alfa ya estaba hablando con esa voz de ultratumba que solo ellos poseían, Luciano, no debía enfurecerlo más, tuvo que entregarle a su amiga, pero no podía quedarse sin hacer nada, subió de inmediato por su rival de amores y abrió la puerta de la habitación con fuerza
— ¡¿Qué demonios te sucede, vampiro?! El cachorro apenas se durmió y