La cita era a la hora de comer, así que llegó a un restaurante de lujo, y en cuanto Cecilia bajó del taxi, vio al hombre que la esperaba fuera del restaurante.
Criz cogió con naturalidad la caja de herramientas en la mano: —¿Qué tal estos dos últimos días?
—Sí, muy bien.
Criz la condujo al interior mientras decía: —Por cierto, a mi abuelo le encanta un ambiente divertido, pues, no te preocupes luego.
Cecilia no entendió, y cuando estaba en la sala privada, sí lo comprendió.
Al principio pensaba que sólo estaba su abuelo, no esperaba que estuviera lleno de gente sentada a la mesa.
Explicó Criz: —son todos amigos de mi abuelo, y están interesados en la identificación de tesoros, así que han venido a echar un vistazo, si te importa...
Parecía que él también acababa de enterarse de que había venido tanta gente, Cecilia negó con la cabeza: —Está bien, pero la identificación de artefactos no es mi especialidad, y los resultados pueden estar sesgados.
Aunque ella no se licenció en el campo co